Antonio Abellán: «Murcia solo tiene una reconciliación posible y es con la huerta»

Antonio Abellán, arquitecto y profesor de Proyectos de la Escuela de Arquitectura de Alicante ha sido el artífice de obras como el Centro Párraga, el museo de la catedral de Murcia, del proyecto de investigación Huerta Escalable y ganador de concursos como el proyecto de rehabilitación de San Esteban. Actualmente se encuentra inmerso en Huerta Bizarra, un proyecto de regeneración de la huerta desde la ciudadanía, con el humilde objetivo de que la huerta siga siendo el motor económico y paisajístico de la ciudad de Murcia y alrededores. Tener con él una conversación de una hora y media es descubrir la arquitectura. Por la cabeza de Antonio pasan millones de imágenes por segundo, ideas y propuestas que hacen que tenga que pensar mucho para hilar un discurso que las ordene de una en una sin irse demasiado por las ramas.  La primera advertencia que Antonio Abellán nos hizo fue que no se nos olvidara destacar a su compañero y colaborador, Javier Esquiva López. Abellán dice que pone el nombre y el despacho, pero que las ideas y las cosas “chulas” que hacen son cosa de Javier. Y durante toda la entrevista, Javier permanece fiel a su trabajo, como si la cosa fuera con él pero de manera tangente; participa pero no roba protagonismo.

Antonio Abellán: Las cosas que son bonitas son de Javier, y las que son más rancias son mías. Os lo comento porque es la situación real del estudio. Somos una sociedad en el sentido de que como ninguno cobra y pasamos hambre los dos, no nos peleamos por el dinero (risas). La única pelea que tenemos es a ver cuándo vamos de dejar de dedicarnos a esto para montar otra cosa, tenemos esa conversación cada quince días, pero como de momento siempre la respuesta es que, de momento, no, pues seguimos.

Siempre podréis dedicaros a la música.

Es que Javier canta muy mal (risas), mejor un dúo cómico. La música no nos daría de comer, si no le da de comer al Sergi (Sergio Hernández Carretero, arquitecto y colaborador de Huerta Bizarra) no nos va a dar a nosotros. Él es músico de verdad, no como yo.

¿Cómo fueron tus inicios en la arquitectura?

Cuando tenía menos de treinta años ya estaba haciendo el Centro Párraga. Un edificio que, dentro de la disciplina, se proponía romper algunas reglas respecto a la composición, respecto a la estética, respecto a la relación que los usuarios pueden tener con un edificio. Al menos dos o tres cosas aportaba. Por ser un edificio fragmentado, por trozos, daba la sensación de que se había hecho tomando decisiones escalonadas y no buscando una hipotética continuidad formal. No buscaba una fotogenia entendida como una intervención perfectamente coherente, buscábamos algo un poco deslavazado, algo que hiciera visible que las decisiones que se toman, sobre todo en rehabilitación, son muchas veces políticas y, por tanto, no siempre encajan bien. Por otro lado hicimos un ejercicio de mucha calidad espacial en las escaleras, en la que sí que creo que había mucho dibujo. Son un ejercicio de encaje, de lo que yo había aprendido en la escuela clásica, muy potente. Me puedo pasar un buen rato hablando de esa sección en planta de doce por doce porque tiene no menos de una docena de situaciones que yo construí con muchísimo cariño, a la antigua. La entrada es por debajo del espacio de madera a una cota muy baja para dar sensación de compresión, después de cruzar ese primer paso, el espacio se hace muy alto, la primera subida te coloca de nuevo frente al lugar por donde has entrado a través de unas ventanas altas de vidrio, luego empiezas a subir y cuando estás a mitad de la altura, ya empiezas a tocar con el techo la losa de hormigón quebrada junto al CENDEAC, que hace que el final del edificio se te acerque un poco. Aún no sabes que estás cerca del final pero puedes intuirlo, hasta que llegas al final. Hay muchos detalles, la disposición en planta baja de los vidrios… Es una pieza de arquitectura clásica porque para hacerla, hace falta haber estudiado donde yo estudié o en cualquier sitio parecido como Valencia o Madrid. Y haber dibujado bastante. Yo he usado muchísimo el lápiz y lo he disfrutado muchísimo. Es una pasión y una suerte. Un regalo de la vida. Posteriormente dirigí la obra y fui descubriendo situaciones en las que me había equivocado o no había ajustado del todo bien. Fue bonito descubrir que las cosas funcionaban como lo estabas anticipando. El Centro Párraga es una suerte muy grande y es lo que muchos arquitectos han sentido a lo largo de la historia y por lo que muchos arquitectos pelean tanto y defienden esa arquitectura que yo tantas veces rechazo.

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¿Te refieres a la arquitectura de autor?

El otro día tuve un pensamiento en la ducha que quise contarle a mis alumnos el viernes pero no me dio tiempo. Pero lo tengo previsto: “tres buenas maneras de ser  arquitecto”. Hay tres maneras. Buenas las tres. Válidas las tres. La más importante, y solo puede pasar muy pocas veces en la vida, es encontrar una tipología, ayudar a perfilar una nueva tipología, descubrir una nueva manera en la que las cosas pueden suceder, eso…mira, ¡mira! se me pone la carne de gallina. Solo puede pasar muy pocas veces. Eso pasa en la biblioteca de Ishigami con los pilares blancos, las mesas a su lado y muchas plantitas. Es una manera de entender el espacio que no existe con anterioridad. Si funciona o no funciona, aún no lo sabemos, pero si funcionara, eso es una tipología, es un descubrimiento profundo. La Biblioteca regional, de José María Torres Nadal, también lo es. En Murcia solo hay un edificio que tenga esa categoría y es la biblioteca de José María. También encontramos esa manera de trabajar cuando Manuel Ocaña hace aquel centro geriátrico, esa propuesta de arquitectura poniendo de ese modo los dormitorios en el perímetro, las salas dentro que son los espacios comunes y luego tapar ese magma que queda entre ambos. Todo eso hace que el edificio sea realmente importante, si esos espacios resultan eficaces, esa arquitectura se escribirá con letras mayúsculas. Uno, como arquitecto, puede aspirar a que un proyecto así le pase alguna vez en la vida. Luego está la segunda manera de ser arquitecto, la de autor, que ahí estaría Álvaro Siza, que seguramente también podría estar en la primera por su iglesia en Marco de Canavezes; también estaría  Juan Navarro Baldeweg. Llegar ahí tampoco es nada fácil. Significa tener un estilo propio, con gracia, evidentemente. Significa tener unos modelos espaciales, unos sistemas constructivos, unas propuestas paisajísticas o técnicas que evidentemente haces bien. La tercera manera ya estaría por debajo de los otros dos, sería el bronce, como Valverde en los mundiales de ciclismo. El tercero, es el arquitecto de oficio, que es quien resuelve bastante bien y que a veces, a lo largo de su vida podría llegar a ser autor o incluso inventar una tipología. El arquitecto de oficio no siempre es coherente, puede resolver de una manera o de otra, tiene más libertad, puede hacer felices a las personas o salvar los muebles con éxito, pero arriesga mucho menos y no necesita ni tipología ni espacio propio. Lo que tengo muy claro es que pese a ser buen arquitecto, no es ni de la primera categoría ni de la segunda.

Al menos están por encima de una masa muy grande de profesionales…

Bueno, es que los demás no son arquitectos, hacen otras cosas, pero no son arquitectos. Arquitectos, en el sentido de que hagan proyectos arquitectónicos. Son arquitectos de título y pueden hacer muchísimas cosas, pueden ser arquitectos estructuristas, pueden ser directores de obra…Y no es menos, pero respecto a la arquitectura clásica, no son arquitectos. El arquitecto es el que toma las decisiones encaminadas a resolver un ajuste entre la vida de las personas y las condiciones materiales, espaciales y fenomenológicas de su entorno, y esa posición de jefe no es negociable. Lo bonito es que ahora, personas con ese título descubran otro tipo de trabajo u otros puntos de vista mucho mejores.

¿Y en cuál de estos tres estratos meterías a los colectivos?

Tuve una conversación muy bonita sobre esto, a la una de la mañana en León XI, con ellos mismos, con Zuloark presente y con Edgar González. Yo tengo mi respuesta, pero porque se la escuché a ellos, los entendí y en función de cómo me contestaron construí mi respuesta. Y es que los colectivos, con respecto a la arquitectura y al ejercicio de diseño, son las familias en las que se soportan emocionalmente muchos arquitectos. Los colectivos no sustituyen el ejercicio, ni de opinión ni de diseño. Los colectivos son familias sin los cuales uno no puede salir adelante, ese apoyo para reforzar tus convicciones y un espacio de libertad. Lo que sí me dejaron bien claro es que siempre son individuos. En esos colectivos hay gente que para hacer un proyecto se juntan con personas de otro colectivo, con otras personas de otro colectivo y esos tres individuos se ponen en contacto para hacer un proyecto del que se enamoran, y sacan adelante ese trabajo. No dibujan como colectivo. Nos podríamos meter en vereda y hablar de cuando dos o tres colectivos juntos desarrollan un proyecto como es el caso de Teruel-zilla, con PKMN y Mi5. Y las decisiones ahí las tienen que tomar muchas personas, y está por ver que los colectivos sean, respecto a la arquitectura tradicional, respecto a la hora de tomar decisiones arquitectónicas de espacio, diseño o color, una ventaja con respecto al individuo. Está por ver incluso que sea una ventaja ser una pareja, yo lo discutiría muy seriamente, está claro que el colectivo genera enunciados, situaciones o propuestas sociales. Los colectivos están emergiendo a la vez que se están acercando a lo que propone la ciudadanía. Sí que están siendo muy comprometidos socialmente, pero el ejercicio de resolver una planta, a escala 1:100, con un lápiz y un escalímetro, detallar una serie de situaciones constructivas, elegir una serie de colores…Mi experiencia es que el consenso no funciona para tomar decisiones. No sirve. Seis arquitectos buenos no hacen un edificio mejor que cada uno de ellos por separado, no funciona.

Cuando te conocí, me llamó mucho la atención el arraigo a tu tierra, a La Ñora y cómo mantienes la tradición familiar de tu abuelo y tu padre de ser carpintero. ¿Cómo ha influido ese nudo familiar, tu tierra y tus raíces en tu arquitectura?

Ese nudo es muy potente, los arquitectos que antes han sido carpinteros, o que han sido canteros, de eso no se desprenden jamás. Cuando has participado de los oficios, ya siempre eres arquitecto desde ese punto de vista, ahora, es muy importante lo que tú sabes. Tú sabes cómo se cepilla una madera, o lo que pesa una piedra, o las dificultades que hay para que una chapa no se retuerza. Define mucho más las decisiones que tienes que tomar al realizar un edificio y cómo pelean unos oficios y otros, los que se llevan bien, con los que no. Los que tienen que entrar primero y los que tienen que entrar después, para que no se entorpezcan. Las diferencias de precisión que hay entre esos oficios, con qué márgenes trabaja el carpintero, con cuáles el albañil, si éstos trabajan en centímetros, en milímetros o medios milímetros. Si lo tienes interiorizado antes de estudiar arquitectura siempre lo vas a llevar contigo aunque te vayas a otro país, y a la hora de dibujar va a contar muchísimo en tu labor como arquitecto y te deja más tranquilo.

Estamos por la labor de todo lo que tiene que ver con lo ecológico o lo bioclimático, y eso también se suma, hay una apuesta por la ecología de ultratecnología y hay unos vínculos con la artesanía que nosotros queremos mantener. Estamos muy contentos con la mención que en los Premios Regionales de la Arquitectura le han dado a una casa que es un esfuerzo por construir la arquitectura de más calidad posible (en el sentido clásico: espacial, posición, paisaje) a partir de una tipología constructiva casi tradicional, reinterpretada en los aislamientos, en la sucesión de los espacios, pero casi tradicional. El sistema constructivo está funcionando por salas, por celdas, es replicable y podría ser diseñado por otros siguiendo esos códigos sin necesidad de ser inventado. El problema que siempre he visto en ese tipo de arquitectura es que las revistas de bioconstrucción o de arquitectura ecológica no están en los museos de arquitectura ni se venden en los colegios de arquitectura, como es el caso de Ecohabitar, y viceversa. En los quioscos no se vende El croquis  ni Pasajes. Parece que tradicionalmente no ha habido arquitectos que sepan habitar en esos dos mundos a la vez, la arquitectura ecológica son cuevas, chozas, espirales del viento, casas de paja todas iguales de feas y no sé qué cosas raras (sic), y sin embargo, a las otras arquitecturas modernas lo ecológico les da totalmente igual. Esos dos mundos que parecen irreconciliables, para nosotros no lo son y creemos que hay que encontrar un espacio para la nueva arquitectura popular sensata y no una arquitectura popular de locos y luego cuatro obras con premios maravillosos, eso tiene un futuro nefasto. Los arquitectos tienen que buscar la arquitectura de la que hablábamos al principio, la tipológica, que garantiza unos mínimos de calidad y no la de la foto bonita.

Te escuché una vez que querías introducir el modelo de construcción con madera en el Mediterráneo.

Hay muy pocos materiales de construcción que, cuanto más uses, más favoreces al medio ambiente (siempre que la madera se obtenga de manera certificada, acreditando que cortándola se cuida el bosque, y además que venga de algún lugar cercano). Cuanto más madera pidas, mejor. Ahí es cuando la arquitectura puede empezar a ser parte de la solución en vez de parte del problema, como dice Jose María Torres. Los materiales como la madera son positivos para el medio ambiente y dan calidad de vida, favorecen la artesanía. No es imprescindible para mí hacer arquitectura en madera, pero sí me gustaría hacer cuanta más, mejor.

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Huerta Bizarra.

¿Qué es Huerta Bizarra?

Es un grupo de personas, entre las cuales hay bastantes arquitectos, pero también hay muchos no-arquitectos, que tienen una visión y una ilusión respecto a una manera de convocar, diseñar y pelear por un futuro en el que la huerta de Murcia sea recuperada para calidad de vida de los ciudadanos, para calidad de vida de los huertanos, para conservación del paisaje y para transformación del paisaje en una huerta distinta, como siempre ha sido. La huerta, sistemáticamente, ha ido introduciendo modificaciones en su tejido y adaptándose a los tiempos. Una huerta distinta que se compatibilice con una situación más moderna, con una situación mixta de producción agrícola y de ocio, casi de parque metropolitano. Que ofrezca una imagen y sea un valor de la ciudadanía. La idea es recuperar la huerta como un signo de identidad, como una situación de la que sentirse orgulloso y que se convierta en la imagen principal de una ciudad que no solo está rodeada por ella, sino que tiene la huerta incluida en ella. Hablamos mucho del perímetro de las pedanías, es lo que el murciano, sistemáticamente, olvida, pero la huerta no es lo que está fuera de Murcia, la huerta es lo que está dentro de Murcia, porque Murcia empieza en La Ñora (donde estamos), termina casi en Beniel y desde El Palmar hasta Espinardo o Guadalupe, toda esa corona de pedanías que se tocan unas a otras y que crecen mucho más que el centro, tiene a la huerta como espacio interior, no como espacio exterior, por eso la huerta es tan potente.

¿El objetivo es conseguir que la huerta sea un motor de micro-economía de la ciudad, o que se configure como un gran espacio público interpoblacional?

El objetivo es tener todo eso junto. Cuando hablo de ciudadanos y de la calidad de vida hablo de que, por ejemplo, la huerta es un terreno fértil de los que hay poquísimos en el mundo. En Europa, igual que el agua parecía que sobraba hace cincuenta años y ahora se ha convertido en oro, el terreno fértil, donde poder cultivar, dentro de cien años se lo rifarán. Nos lo comprarán los chinos y se lo llevarán en avión. Ahora a nosotros no nos está importando hormigonar un terreno fértil en el que se puede cultivar y del que se puede comer a menos de un kilómetro de tu casa. Es la llamada soberanía alimentaria. Si ahora hubiera una guerra en algún lugar o un problema de desabastecimiento de gasoil y las estanterías de los supermercados quedaran vacías, nosotros habríamos desmantelado un espacio de cultivo que tradicionalmente nos mantenía a salvo. Luego está el patrimonio cultural, en la huerta hay tradiciones, unos modos de vida, unas infraestructuras que también están siendo abandonadas y destruidas. También la proximidad a un entorno vegetal o cultivado de una ciudadanía que podría rondar el millón de habitantes, ofrece unas posibilidades de calidad de vida, para el paseo y el disfrute de los mismos, impresionantes. La presencia de la huerta regula la temperatura de la ciudad, la calidad del aire y la humedad. En la huerta podrían introducirse miles de situaciones turísticas muy hermosas, y buscamos favorecer que se diseñen esos espacios, buscamos construir el paraguas bajo el cual otras personas tengan iniciativa y poder empujarles. No buscamos que esta idea sea solo nuestra, buscamos que sea un anhelo de toda la ciudadanía. Lo que sí tenemos muy claro es que hay muchos argumentos para pensar que el futuro potente de Murcia, igual que otras ciudades, aunque tarde, se han reconciliado con el mar, como Barcelona, Cartagena o Valencia, Murcia solo tiene una reconciliación posible y es con la huerta. Eliminada esa reconciliación, Murcia se convierte en Albacete, o en Teruel. Entendiendo estas ciudades como objetos ovnis, en medio de un paisaje. Si perdemos la huerta nos convertimos en una ciudad de ese tipo, y será una oportunidad perdida.

Y todo esto basado en la participación ciudadana. Primero fue la elaboración de un mapa y el otro día un mercado de microproductores, con el objetivo de acercar los productos de la huerta, en forma de Mercado, haciéndolos más accesibles al consumo de la gente que a lo mejor ha perdido la noción de la huerta. ¿Hasta qué punto es importante la implicación de los murcianos en este proyecto?

La penúltima actividad que hemos hecho fue una serie de recorridos por la huerta durante un fin de semana o una mañana, con ciudadanos que se habían apuntado voluntariamente acompañados por expertos y todos juntos diseñar un mapa. Un mapa muy bonito donde los ciudadanos, los niños y la gente que había ido solo a pasárselo bien, hacían sus preguntas a los expertos en plantas, en animales, en historia o en problemas de la huerta. Éstos les contestaban, los otros aprendían muchísimo y luego nosotros, desde Huerta Bizarra, subíamos todas esas imágenes y elaborábamos un mapa. Es un ejercicio de empoderamiento de la ciudadanía. Los ciudadanos somos capaces de hacer muchas más cosas de las que nos creemos, y de golpe hay un trocito de la huerta que tiene un mapa público, online, visitable desde cualquier parte del mundo, en el que son visibles todas sus virtudes, historias de ciudadanos, rincones preciosos, explicaciones de sus dificultades, pequeños monumentos…Todo hecho en una mañana por unos padres con sus niños, no una mega ingeniería que ha costado una millonada. Lo hemos hecho nosotros. Gratis. Con ciudadanos. Gratis y gracias a que un museo de Murcia nos ha pedido que diéramos unas conferencias, pero nos parecía poco. Dijimos que a ver si nos inventábamos una chorrada para divertirnos un poco, y esa tontería fue muy bonita. Al final unos de éstos que estaban paseando dijeron: “¡Al carajo! Nos vamos a tirar al río”, y se tiraron. El descubrimiento fue lo bien que se lo pasaron y nos encantaría repetirlo porque de verdad fue muy divertido, el objetivo era demostrar que los ciudadanos podemos tomar el poder, representarnos nosotros mismos y hacer el mapa de la huerta que creemos que debe existir, dando nuestra visión de nuestro propio paisaje.

La última convocatoria ha sido bien distinta. El Puertas de Castilla nos pidió que le ayudáramos a organizar en el Cuartel de Artillería un pequeño mercado de micro productores y aprovechar esa convocatoria para empezar otro mapa de microproductores y microconsumidores de la huerta. Crear una herramienta que ponga en contacto unos con otros, porque lo difícil con un microproductor es saber quién va a adquirir sus productos y, sin tener un mínimo de garantías, no se pone a producer. De esa manera, la huerta se queda como producción anecdótica, casi familiar. Nosotros pensamos que puede haber un futuro en la huerta, complementario al agrícola, y vamos a defender que haya parcelas en las que pasen cosas, que tengan que ver con tomar el sol en invierno, bañarse en verano, echarse siestas mágicas, tener conciertos…Todo eso está muy bien, pero si no sobrevive un tanto por ciento de producción agrícola, nada de eso es compatible. No podemos sustituir toda la huerta por una situación turística, es imposible. Este último ejercicio del mapa-mercado es el inicio de un escenario de trabajo que nos interesa mucho, que es el de ayudar desde lo tecnológico y desde las nuevas comunicacionesa algunas iniciativas que ya están ocurriendo. No somos los primeros que proponemos huertos en Murcia donde se cultiva. No nos gustaría que nos consideraran pioneros. Hay mucha gente que pelea desde hace mucho tiempo para que esto suceda. Nos llamamos Huerta Bizarra porque incluye en la definición esa idea de valiente, arriesgado, de audaz, y de comprometido.

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Tecnología, tradición y sostenibilidad. ¿Todo eso junto por el bien de la huerta?

Es muy sencillo. Un mapa ayuda mucho a usar la huerta: se hace un mapa. Una herramienta de comunicación que lleves en la mano como un teléfono inteligente que permite pasear por un recorrido mientras sabes qué hay alrededor, pudiendo reservar, comprar…Una tecnología más arquitectónica que tenga que ver con la captación solar, refrigeración, depuración, es la mejor para conseguir según qué cosas. Dar clase por ejemplo en un espacio sin paredes, es lo que necesita la huerta, clases sin paredes, por Philippe Rahm, o por nosotros que te la daremos gratis. Nos encanta pensar que la manera de podar construye un paisaje, hay un mundo de la bioconstrucción que es perfectamente incorporable. No hay límite para diseñar. Esto generará una estética propia, los trabajos que hemos hecho con los alumnos en la escuela parecen naves espaciales.

Las escuelas de arquitectura, por lo general, no te enseñan a montar tinglados como éste que estáis montando, ¿Cómo le enseñas a tus alumnos estos nuevos valores de la arquitectura?

(Javier interviene en la conversación como alumno que ha sido de Antonio.)

Javier: Alicante es una escuela pequeña y hemos tenido suerte de tener muy buenos profesores como José María Torres, y personajes como Antonio. Quizá no tengamos ese conocimiento tipológico, quizá sabemos hacer proyectos más complejos. Alli te preparan para ser lo que quieras. En el curso del año pasado de Antonio, él les enseñó a montar una empresa, a diseñarla, no solo hacer el edificio. Sí que se plantea ese horizonte nuevo de trabajar de otra manera.

Antonio: En algunas escuelas de arquitectura se está eligiendo, con mucho dolor, buscar programas docentes en los que se favorezca el nacimiento de una manera de ser arquitecto que responda a la situación actual: más complicada que la anterior y creada por las propias escuelas. Si hay un arquitecto para cada diez mil habitantes, ya sabemos a qué se dedica, si hay uno para cada diez, evidentemente no se va a dedicar a hacer lo mismo que le enseñaron al otro. Yo soy profesor de la Escuela de Alicante y no puedo mirar a los ojos a mis alumnos y engañarles. He aprendido una arquitectura que ellos no están aprendiendo, a cambio no fui preparado para una arquitectura para la que ellos sí que están siendo preparados. Es una situación de compromiso muy dura y no sé qué sentiré dentro de diez años. Si he actuado bien, o si he actuado mal. No lo sé. Sí sé que hay una arquitectura que se está dejando de enseñar en según qué escuelas para enseñar otra. Las escuelas se están especializando y eso también puede ser bueno. Si uno pretende ser un tipo de arquitecto, lo lógico es que elija según qué tipo de universidad, como ha pasado siempre. No es ningún pecado irte a mil kilómetros de tu casa para estudiar lo que quieres y nadie se muere por eso. Ahora, gracias a José María Torres que tuvo el valor y la visión, se nos está consintiendo, favoreciendo y pidiendo que imaginemos y diseñemos un escenario futuro diferente. Como ha dicho Javier, el año pasado, nuestros alumnos solo tuvieron una tarea: diseñar supuestas empresas, micronegocios donde ciudadanos libres pudieran ponerse en transición, resistiendo al sistema y tomando decisiones encaminadas a ser independientes, autoorganizarse, consumir los recursos de otra manera, ser libres. En las ciudades eso no se puede poner en marcha hasta que la ciudad completa lo elige, por asambleas, barrios o como, sea y les abrimos el escenario a los alumnos. ¿Cómo podría llenarse una ciudad de microempresas que ofrecieran servicios para que las personas pudieran compartir ropa, cuidados, espacios, recursos o comida? ¡Y vaya si lo hicieron! El resultado fue nada más y nada menos que dieciocho empresas preciosas, que las lees y dices: ¡madre mía!

También tenían repercusiones arquitectónicas. Cuando uno tenía la empresa diseñada, se daba cuenta de que un mundo con esas empresas funcionando, exigía unas viviendas distintas, espaciales, tenían que dibujar esas nuevas viviendas. La gracia del dibujo de esas casas transformadas era por una vida distinta, no transformada en función de los prejuicios de la disciplina. Generalmente se intenta diseñar a partir de lo que se sabe que se tiene que hacer, a partir de las revistas, de lo que ya está escrito, ¡eso es una locura! La vida de las personas, muy pocas veces aparece como el problema principal.

¿Y no crees que está España saturada de escuelas de arquitectura?

Yo estudié fuera de mi casa y me fue muy muy bien. Si eres de provincias, es muy difícil dejar de serlo, y es maravilloso que te manden al carajo y que lo sufras mucho. Por otro lado, el número de arquitectos por número de ciudadanos nos dice que hay que ofrecer otro servicio, lo que pasa, es que yo no veo que las nuevas escuelas estén encontrando un valor específico. Me parece bien que abran nuevas escuelas si los gerentes explican para qué las abren, no me vale que sea para hacer negocio. ¿Para qué queremos un montón de arquitectos que sabemos de antemano que no van a tener trabajo? Me parece una decisión egoísta y perversa, creo que las escuelas deben nacer en función de que tengan sentido. ¿Cuál es el perfil de arquitecto que propugna la UCAM? ¿Cuál es el servicio que ofrecen? No lo sé, si lo hay y es convincente, adelante. Si sirve para que una serie de personas tengan un título de una profesión en decadencia y no colabora con la reconstrucción de la profesión ni con el servicio público, me parece mal. Estarían generando una gran cantera de frustrados.

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¿Cómo fue la experiencia del PH08 para ti? ¿Es bueno fomentar ese tipo de enseñanza?

(NdeR: PH08 (Paisajes habitados) fue un workshop de arquitectura organizado por Grupo Aranea en  septiembre de 2011, donde seis equipos encabezados por seis importantes estudios de arquitectura y treintaiseis alumnos estudiaron nuevas formas de intervenir a diversas escalas en el paisaje de Alfás del Pi. Alicante)

Maravillosa. Tiene muchísimos valores. Los alumnos trabajan con un grado de libertad y de alegría distinto al de clase. Eso significa que la producción, las ideas y el pensamiento van a ser mucho más interesantes. Es muy arquitectónico porque uno está centrado durante unos días solo en proyectos y muy acompañado de gente con mucho talento que construye un ambiente maravilloso, mezclado con fiesta y muchas risas. Por supuesto, en contacto directo con el entorno donde vas a intervenir. Seguramente lo que hace falta es que la universidad incluyera workshops de este estilo como algo cotidiano en lugar de algo extraordinario que ocurre en verano y no tiene nada que ver con la universidad. En ese aspecto la universidad está anticuada respecto a nuevos tipos de formato de trabajo que creo que solo tienen virtudes. En concreto, el de Alfás del Pi, fue un mérito personal y hay que felicitar a Paco Leiva, porque jamás imaginé que fuera a ser tan generoso a la hora de no intervenir, él solo recibió todo lo que propusimos. No hizo ni medio comentario. Hubo una gran libertad a la hora de trabajar, una suerte contar con esa libertad para la gente que íbamos a la cabeza de los grupos. La organización fue espectacular.

www.huertabizarra.org

Entrevista: Ramón Gómez 
Fotografías: Lola Salinas
Lugar: Estudio -Taller de Antonio Abellán. La Ñora.

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Sobre el autor

nacido en 1987 en Murcia, arquitecto por título y músico por convicción.

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