Kraser: “En España, si no trabajas con una galería no tienes posibilidad de vender tu obra”

Quizá el ganar un concurso de pintura de su colegio cuando tenía 7 años le despertó un gusanillo que más tarde fue creciendo a ritmo de graffiti. José Jorge Nicolás Salas, alias Kraser, (Cartagena, 1977) lleva más de veinte años pintando y ha expuesto su obra por medio mundo. Vive desde hace cinco años en Milán y ha vuelto recientemente a la tierra que lo vio nacer para mostrar su obra bajo el título ‘Entre dos aguas’, en la galería Gigarpe.
Únicamente un cortado y una agua de Vichy hacen compañía al cigarrillo que pende de su boca, oculta tras un bigote muy a lo movember. Durante la charla que mantenemos, habla de su obra como quien habla de un hijo. Se queja de la falta de un aeropuerto en Murcia y critica que en España no se valore a los artistas como en otras partes del mundo. Entre sorbo y sorbo de café, vamos conociendo a uno de los artistas más internacionales de nuestra Región cuya obra no deja a nadie indiferente. Quizá porque hay algo de inquietante en sus cuadros. No es el misterio que pudieran transmitir, sino la certeza de que el mensaje que intenta hacernos llegar, es más real de lo que imaginamos.

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¿Por qué te fuiste a Italia?

Antes de dedicarme a la pintura de forma profesional, estuve trabajando en una agencia de publicidad en Cartagena. Me surgió un trabajo en dos revistas de Italia como director artístico y me fui allí. Pero, poco a poco, con la crisis me salía más rentable dedicarme a la pintura que a la publicidad.

¿Te va mejor como pintor en Italia que en España?

Es una mentalidad completamente diferente. Italia es muchísimo más abierta.

¿Crees que los artistas son valorados en España?

-Largo silencio-  Es complicado. Se valora a los artistas que ellos [galerías e instituciones] quieren valorar. Dentro del mercado del arte hay galerías fuertes que trabajan con determinados artistas y esos artistas son “Los Artistas” y lo demás no es “arte”. Y eso no es verdad. De hecho, hoy por hoy, no es necesario trabajar con galerías. Hay tantos otros espacios expositivos que el resultado es incluso mejor que el de una galería. Sí es verdad que trabajando en una galería te salen proyectos muy interesantes, pero por tu cuenta también te pueden salir cosas muy buenas. A mí me surgen proyectos muy curiosos y otros que no me interesan para nada. Aunque también el apoyo de la galería es bueno porque implica que tu arte está calificado como tal. Veo que se ha perdido un poco el valor del arte en sí como plasticidad, el hecho de trabajarlo. Voy a muchas ferias y me quedo asombradísimo de ver lo que a veces se expone y no entiendo cómo gente que es gran artista no está ahí.

En España, ¿podrías vivir de la pintura?

En Italia hay muchas posibilidades. En España, para hacer una exposición se tiene que gestionar a través de una institución o a una galería. Allí se generan miles de eventos relacionados con la pintura y no tienen que venir con un sello institucional o de una galería. Puede ser un galerista o un crítico de arte que lo hace en un espacio que tiene incluso más repercusión. Se hacen tantos, que a lo largo del año has expuesto en muchos y has tenido la posibilidad de vender en otros tantos. Aquí en España, o trabajas con una galería o no tienes posibilidad de vender tu obra.

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¿Cuándo empezaste a pintar?

Con 7 años gané un concurso del colegio. Nunca lo cuento porque no participé para ganar, sino porque me gustaba pintar. Ya con 12 años empezó a llamarme la atención el graffiti. De golpe y porrazo en mi ciudad empecé a ver pintadas y me llamó la atención. Una de esas personas que hacían graffitis era mi vecino y cuando me enteré, le pregunté y me explicó. Así comencé.
Al principio, hice pintadas sin mucho detalle. No era casi nada. Firmas y poco más. De repente, empezó a llegar información de otros sitios. Como no había Internet, lo que nos llegaban eran fotocopias de fotocopias de fotocopias -risas-. Todo ello me invitaba a querer hacer algo más que una firma. También hubo una feria en Alicante en 1993 que fue un punto importante para mí. Se llamaba Qué punto de fiesta. Allí fueron los mejores graffiteros del mundo en ese momento. Yo no pude ir pero mis amigos sí. Regresaron con un montón de fotos en color. Fue ahí donde me dije que tenía que mejorar y evolucionar.
A partir de ese momento empecé a pintar todas las semanas. En aquel entonces yo trabajaba con gente que hacía figurativo y yo me dedicaba a las letras. Me parecía muy interesante modificar la tipografía.

De ahí tu serie ‘Doms’, en la que solo haces letras…

Sí, aunque con el tiempo, las he ido censurando poco a poco y me he ido quedando solo con el borde. Hace unos años participé en el One Urban World en Cartagena y estuve una semana entera pintando letras sin parar, al sol, con un calor mortal. Y acabé saturado. Me dije: “Ya no pinto más letras. Tengo que hacer un cambio ya”. Sin embargo, actualmente siempre meto letras en mis obras. Intento hacerlo porque representa un poco el inicio, de dónde vengo.

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Kraser. Infiltraciones 2

Cuéntanos la diferencia entre street art y graffiti.

El graffiti son letras y el street art es un dibujo, básicamente. El graffiti tiene un ego muy grande porque las letras son el nombre, la firma del que lo hace. El street art es pintura, mucha gente no utiliza spray, sino pincel. El graffiti es un mundo paralelo al arte. Sin embargo, el street art forma parte del arte.

Has dicho que tus influencias son Picasso, Kandinsky, los surrealistas, Mersad Berber y Keith Haring, entre otros. ¿Qué destacarías de cada uno de ellos?

De Kandinsky me quedaría con el manejo de la línea y de la composición. Picasso, para mí, ha cambiado el mundo del arte y ha sido capaz de manipular la mente de muchísimas personas -suelta una carcajada-. A Berber lo conocí en Barcelona y me influyó porque tenía un poco de todo. Lo mismo utiliza pan de oro, figurativo que digital. Hace una mezcla perfecta de todo. Harling es una de las personas que empezó a hacer street art y convirtió sus muñequitos en un icono mundial. Una de las cosas que más me ha sorprendido de él es su mentalidad. En una exposición en Italia, donde estaba vendiendo a unos precios increíbles, salió a la calle y se puso a pintar la fachada de una casa de al lado de forma gratuita porque le apetecía. Últimamente me está interesando el movimiento Lowbrow. Me parece interesantísimo. Mezclan lo surrealista con lo infantil para contar cosas que no son de niños.

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¿Cómo definirías tu obra?

Yo intento contar historias en cada cuadro. Pero no siempre es así porque muchas veces es visceral. Necesito pintarlo y punto. No puedo explicar por qué. No me gusta pintar lo que ya existe, no me llena. No quiero menospreciar a los que lo hacen. Para nada. Hay gente que es buenísima. Pero yo no me sentía a gusto pintando de esa forma. Empecé a pintar buscando un doble sentido. Mi pintura tiene un poco de todo. Reconozco que mucha gente no se da cuenta de lo que quiero decir, pero lo que me interesa es que cada persona tenga una propia interpretación de los cuadros y me he encontrado con bastantes personas que coinciden con lo que yo quería decir.

Hombre, el retrato del Papa Benedicto XVI con el título ‘La hipocresía’ y el cuadro del mono vestido de obispo deja poco a la interpretación…

-Risas-  Esos son excesivamente directos y bastante críticos, pero luego hay otros que son más sutiles. Por ejemplo, hay uno en el que se ve a una niña pequeña rodeada de juguetes y apoyada en un árbol del que salen unas manos que sostienen una bandera de euro. Esto representa que toda persona deja su infancia para internarse directamente en un mundo de consumismo puro y duro. Vivimos en un mundo en el que tenemos de bandera el dinero. Mucha gente lo ve y piensa que es un dibujo infantil. El mensaje va mucho más allá.
También utilizo mucho la figura del pájaro porque para mí es un símbolo de libertad. Pero, en mis obras, al pájaro siempre le pasa algo, siempre está atrapado. Lo que quiero transmitir con eso es que la supuesta libertad que te ofrece la sociedad no existe.

Hemos hablado de crítica social y de consumismo, ¿qué más temas tocas?

El tema del consumismo lo toco mucho porque me parece una barbaridad. Y yo he trabajado en publicidad, ¿eh? He llegado a ver cómo productos que eran nada, te los han vendido como si fuera oro. Han llegado a crearte la necesidad de tenerlos. Sin ir más lejos, hace 20 años nadie tenía teléfono móvil y ahora todo el mundo tiene uno de última generación. Hace poco estuve en China y me sorprendió muchísimo que mucha gente no tiene casi para comer pero tienen un iPhone.

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Kraser. Infiltraciones 1

Y tu crítica a la Iglesia, ¿cómo se ve en Italia?

¡Uf!, me cancelaron el mural de los monos vestidos de obispo para un festival.

¿Y cómo te sentó?

Pues por una parte mal y, por otra, bien. Mal porque dediqué mi tiempo a esa obra y bien porque el mensaje que quería transmitir llegó hasta el punto de que alguien se molestara en censurarla.

¿Qué técnicas utilizas en tu pintura?

Para murales, solo spray y, poco a poco, empecé a utilizar pinceles, pero siempre con pintura de spray. Últimamente, utilizo acrílico o pintura plástica. Y en lienzo, actualmente solo uso acrílico, pero antes utilicé óleo, collage, un poco de todo.

Has expuesto en muchos países, entre ellos, Italia, Brasil, Dinamarca, ¿cómo se siente uno al volver a su tierra y exponer su trabajo?
Estoy muy ilusionado. También porque expongo junto a una amiga y gran artista que es Belén Orta y me hacía mucha ilusión hacer una cosa a medias. La inauguración fue muy bien, vino mucho público. El otro día un amigo me preguntaba si era feliz y le dije que claro que sí. He visto a muchos amigos que hacía tiempo que no veía y me lo he pasado muy bien.

¿Piensas volver a vivir a Cartagena?

Por ahora, no. Me estoy moviendo mucho por otros países, por trabajo y también por turismo y aquí en Murcia me falta un aeropuerto.

Bueno, está el de Corvera…

-Risas-  Sin embargo, en Milán tengo tres y existen muchas posibilidades de ir a infinidad de sitios. Además, en Italia tengo muchos amigos artistas que están continuamente haciendo cosas y Cartagena está un poquito más apagada en ese sentido. Para mí, ahora mismo, Cartagena es una ciudad con una historia increíble que debería aprovecharse más. Actualmente, no la veo como una ciudad para trabajar de la pintura.

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Kraser

Cuéntanos algo de tu proyecto Inocentes en Blanca del pasado diciembre.

Yo formo parte del Instituto de Expresión Artística del Sudeste (IEAS) y su presidenta, Claudia Orellana, y Tonny Serrano me llamaron contándome la idea y me gustó. Claudia me pidió que hiciera el cartel y, además, he participado en el evento. Se trata de un mercado de arte en el que los artistas pudieron vender su obra. Pero no solo se limita al arte, también hubo grupos importantes de músicos murcianos tocando y una ruta de tapas gastronómicas por Blanca. Me parece un proyecto interesantísimo y el sitio en el que se ha hecho, el antiguo mercado de abastos, es genial.

¿Qué se encuentra la gente que ve tu exposición ‘Entre dos aguas’?

Una parte de mí. El otro día me decía la gente en la exposición que mi pintura era diferente. Y lo es. Es muy personal.

¿Hay un mensaje común o cada cuadro cuenta una historia?

Cada cuadro cuenta una historia, pero también hay un hilo conductor.

¿Cuál?

El hecho de que hay muchísimos elementos que se repiten en los cuadros y, a veces, esos mismos elementos significan cosas diferentes según en qué cuadro se encuentren.

Hablas de elementos, ¿qué símbolos hay en tus obras?

Muchas veces, pinto pequeñas coronitas encima de las cabezas. Reflejan la ironía, la debilidad del santo. Lo que quiero transmitir con ellas, en algunos cuadros, es lo que la gente quiere ser o aparenta ser. Otras veces, simplemente las utilizo como una forma de divinizar algo. Hoy por hoy, si tuviera que hacer la imagen de un santo, el santo actual sería la tecnología. No es el típico santo que la Iglesia establece. Hoy por hoy, la gente adora la tecnología y todo lo que tiene que ver con ella.
También utilizo el animal como referente humano, no como animal en sí. Además, existen otros elementos que utilizo bastante. Por ejemplo, las llaves, para mí, son como la clave de las cosas. También pinto escaleras con un recorrido casi inaccesible que simbolizan las diferentes clases sociales. Lo que quiero transmitir es la idea de que las escaleras están ahí para todo el mundo, pero en realidad, solo unos pocos, pueden llegar a lo más alto.

Entrevista: Carmen Vilches

Fotografía: Tania Buendía

Lugar: CaféModerno, avda. Alfonso X, Murcia

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Sobre el autor

Periodista. Ha trabajado en prensa, radio y televisión y, actualmente, es responsable de comunicación en dos empresas. Apasionada del arte, la literatura y las tendencias y sumergiéndose en el panorama musical made in Murcia. Con varios proyectos personales entre manos, se suma a Magma con la firme convicción de que la Región tiene mucho que enseñar al mundo.

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