Paco Martín: «La Mar de Músicas está para ver cosas que, normalmente, no ves”

Esta es la historia de cómo una ciudad crece de la mano de un festival artístico multidisciplinar. O al revés, da igual el orden de los factores. La Mar de Músicas cumple 20 años y, a través de conciertos, arte y literatura, ha ido poniendo piedra a piedra su nombre en el marco internacional. Por el Parque Torres han pasado artistas que, gracias a la fidelidad de gente como Paco Martín, director de La Mar de Músicas, han comenzado una carrera meteórica. Y no olvidan, y vuelven a Cartagena, como Calle 13 u Omara Portuondo, para celebrar que 20 años no son nada, pero que las historias que se tatúan en el corazón a ritmo de acordes de genialidad, no las borra ni una crisis económica. Nos acercamos al cuartel general de La Mar de Músicas a hablar con su director. En la mesa descansan infinidad de CD’s de artistas que, suponemos, está investigando para próximas ediciones del festival. Es un enamorado de la música, y como ahora le ha pasado con Benjamin Clementine, cada año, algo le toca el corazón y se pone manos a la obra para que una noche, ese artista ilumine el cielo de Cartagena. Hablamos durante una hora que se pasa en diez minutos y repasamos el pasado y el futuro, el presente y las celebraciones, la música como nexo de unión con la historia.

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Se celebran 20 años pero, ¿cómo nace La Mar de Músicas?

Nace como todo, por casualidad. No fue una idea preconcebida, estudiada y luego llevada a la realidad. Desde el Ayuntamiento de Cartagena nos pidieron que hiciéramos algo para esas fechas de julio. Cartagena, hace 20 años, era bastante horrible. Vivir aquí era una pesadumbre, estaba hecha polvo, destrozada, parecía Beirut; urbanísticamente era horrorosa… Nos plantearon la idea de dinamizar el verano. En esa época no se hacían muchos festivales, ya que cuando nacemos nosotros también nace Benicássim, Sónar y el Primavera Sound no existía. Para no hacernos competencia, ya que había un festival de música indie, otro de música rock, quisimos hacer un festival de otro tipo. En Europa se estaban haciendo, como en Roskilde u Oslo, festivales donde se mezclaban las músicas tradicionales de todo el mundo con una vertiente más modernizada y actualizada, donde entraba la electrónica, por ejemplo. Nos pareció buena la idea e hicimos un festival de 5 o 6 grupos, en un escenario (el Parque Torres), al que acudieron 200 personas. Al Ayuntamiento le gustó y nos dijo que continuásemos. Poco a poco, fuimos creciendo, y a partir del 98, decidimos invitar a un país y añadir actividades que estuvieran relacionadas con el cine, el arte y la literatura de ese país.

¿Por qué tomáis la decisión de que cada edición vaya dedicada a un país? ¿En qué os basáis?

En los tres primeros años de La Mar de Músicas, simplemente contratábamos artistas y punto. Sí teníamos la filosofía desde el punto de vista estilístico y nos diferenciábamos de los otros festivales en que nosotros lo alargábamos en el tiempo. A partir del 98, pensamos que se había quedado corto y que había darle un toque al festival que lo distinguiera. Por eso decidimos invitar a un país, invitar a grupos de todos los estilos, y todo lo que tenía que ver con las actividades paralelas. Lo que sí que teníamos claro es que queríamos que fuesen artistas emergentes, que estuvieran diciendo algo en el país pero que fueran poco conocidos en Europa. Todo esto, mezclado con algún escritor o pintor importante, para darle algo de historia mediática al festival.

Este año le ha tocado el turno a Noruega, ¿qué nos puedes contar de su música?

Lo que no entiendo, es cómo uno país tan pequeño dé tanto de sí: musicalmente, literariamente… Está exportando muchísima música, cosas muy interesantes. Nosotros avanzamos hace unos años que queríamos hacer un especial de los países nórdicos. Pero justo ese año, explotó la crisis con su recorte presupuestario (a nosotros nos redujeron casi un 70%). Tuvimos que reducir los días y no tenía ningún sentido convocar a cinco países en una semana. ¿Qué hacíamos, un grupo por cada país? No tenía ningún sentido. Entonces decidimos posponerlo, porque no sabíamos qué iba a pasar con el festival. Felizmente, ya se ha deshecho el entuerto, y este año nos han subido un poco el presupuesto, por eso dijimos que era el momento de recuperar la idea de los países nórdicos, pero que en vez de juntar a los cinco, hacer uno, y dentro de 2 o tres años, hacer otro. De los cinco, estábamos entre Noruega o Islandia, pero el problema es que Islandia no tiene embajada en España, y nosotros trabajamos con los ministerios de Cultura y las embajadas de esos países. Elegimos Noruega y empezamos a investigar sobre ella, viendo qué es lo que se puede traer al festival.

A partir de ahí, empezamos a conocer los grupos que están pegando fuerte y también nos traemos a uno de los clásicos, que sea la bandera de ese país. Este año quisimos traer a Röyksopp, pero el Sónar se lo llevó al final, pujó más. Esto es como una subasta.

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Siempre se dice que la música trae emociones, y que esas emociones están ligadas a un lugar y a un clima. ¿Es muy diferente la percepción de la música de los noruegos con la española?

Noruega tiene un hábito cultural alucinante, cosa que no tenemos los españoles. Aquí, cuando hablan de que rebajan la cultura, pienso que están haciendo lo peor que se puede hacer dentro de la política. Siempre he pensado que la cultura da libertad al individuo, que adquiere una serie de elementos internos que nos hacen ser mejores. En Noruega, la gente lee mucho, escucha música, hay muchos músicos en el conservatorio, y cuando vas allí, lo notas. Nosotros alucinamos de que tuvieran un Palacio de la Ópera que flipas, muchos espacios de música en directo… No nos lo creíamos. A nosotros no nos interesa el teatro, no nos interesa la lectura. La gente no lee, tú le preguntas a un chico de 20 o 21 años y no tiene ni puta idea de literatura. ¿Ir al cine? A las películas más comerciales. Y en música, más de lo mismo. Ahora existe un boom de festivales de dos días, a los que van 100.000 personas, en los que no te da tiempo a ver al 80% de los grupos que están programados… La gente va a beber, y me parece muy bien, pero al final no has escuchado la música de esos grupos.

Por eso, quizás, no es condensable La Mar de Músicas en dos o tres días…

Este año tenemos casi cincuenta grupos. Podríamos hacer eso, meter a todos como ganado en un descampado, y hacerlo en dos días, pero ese no es el espíritu del festival. Nosotros tenemos un aforo, como es el de la Catedral, en el que no entran más de 200 personas. Y en ese espacio, vas a ver a Benjamin Clementine, que en un año no va a poder venir, porque va a ser carísimo. Está en el cartel del Festival de Montreux, donde vale 180 euros verlo, y aquí vale 10 (risas), y lo ves en una sala de 200 personas. Qué mejor manera de empaparse de la música que cuando estás al lado de una persona escuchándola, y no a dos kilómetros viéndolo a través de unas pantallas. No queríamos hacer ese tipo de festival, sino uno en el que el mayor aforo fuese de 2.000 personas, con una visibilidad perfecta.

Manteniendo esa calidad, habéis conseguido aguantar 20 años, haciéndoos cada vez más importantes

Cada vez notamos más que la prensa quiere acudir a cubrir el festival. Hay un dinámica mediática, que el festival tiene, que desemboca en que el público esté atento para ver a quién nos traemos año tras año. Porque traer a Calle 13, no es relevante, porque sabes que se va a llenar. Fue interesante cuando los trajimos por primera vez. Esa es la idea del festival. Lo importante es, dentro de esa historia, ir metiendo cuñas, grupos que nadie se ha atrevido a traer. Lo mismo pasa con Russian Red, que suena en la radio todos los días. Nosotros la traemos y le presentamos a Ane Brun para que canten juntas.

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El diseño del cartel del festival es otro elemento importante en la promoción de La Mar de Músicas.

Lo de los carteles es “para gustos los colores”. Yo tengo mis preferidos. El de este año, como teníamos una cierta afinidad con Carmen Calvo, se lo dijimos a ella. Ya de por sí, Carmen me parece una de las grandes artistas de este país y le dieron el Premio Nacional de Artes Plásticas de 2013. Hace unas cosas alucinantes, mezcla todo. Yo tenía la duda de cómo iba a quedar, pero nos arriesgamos. Cuando nos mandó el cartel nos quedamos pensando, sin embargo, cada vez que lo vas viendo te va gustando más y más, es una obra maestra. Me parece uno de los carteles más bonitos de la historia del festival.

Omara Portuando va a recibir el premio por toda su carrera y se une a otras grandes mujeres que lo han ganado: luchadoras y artistas. ¿Qué nos puedes contar de la artista cubana?

La idea, cuando instauramos el premio, era dárselo a un artista que realmente hubiera hecho algo importantísimo en el mundo de la música, que se hubiera distinguido por algo. Empezamos con Oumou Sangaré, que para nosotros es una de las voces más cautivadoras del continente africano y una luchadora empedernida desde el punto de vista de los problemas de la mujer. La trajimos el segundo año y nos fascinó. La persona que lo gana tiene que decir que está de acuerdo, porque es un premio que no tiene ninguna dotación económica y lo que queremos es que el concierto que vaya a hacer por el premio, se convierta en algo especial de esa persona. Ella tocó con Béla Fleck y Will Cahoun, y fue muy bonito: los tres continentes, los tres grandes… Y dijeron que sí y se armó un espectáculo muy bonito.

Omara Portuondo es una de las embajadoras de la música popular contemporánea de Cuba. Ha tocado con todos los grandes. Cuando se lo dijimos le gustó mucho la idea. Omara, además, es ya muy amiga mía, y eso que es una relación que no suelo tener con los artistas, no soy mitómano, no me gusta estar detrás de ellos. Eso sí, me gusta cuando los veo crecer.

La Mar de Música es más que melodías: también tiene partes de arte, performance y literatura. ¿Qué nos vamos a encontrar en esta edición?

Los noruegos son muy suyos, son muy introvertidos, familiares, no sé si será por el clima. Nos está costando armar la sección de literatura porque los escritores noruegos no quieren salir de su tierra. Con los latinoamericanos es mucho más fácil, siempre dicen que sí. En esta edición, nos estamos valiendo de amigos, de editores y de periodistas que los han entrevistado por primera vez en España para convencerles de que tienen que venir. Nosotros queremos que venga Jo Nesbø, que es uno de los líderes de la literatura negra de Noruega, quizás el personaje más importante. También hemos hablado con otros como Anne Holt… Hay tres o cuatro que son el paradigma de la literatura negra, y algunos vendrán. Tampoco nos vamos a meter en un especial de literatura negra, aunque es lo más conocido, por lo que también vendrán otros artistas muy importantes, que no hacen novela negra. Vamos a tener un cogollito que va a funcionar bien.

En las artes plásticas (aún no voy a decir el nombre) vamos a traer al más grande de los interventores artísticos, que ha hecho intervenciones en muchos sitios, y va a venir a Cartagena a hacer una intervención que creo que va a ser muy mediática. También vendrán fotógrafos. En cuanto al cine, hay pocas cosas, pero muy buenas. No es como el sueco y el danés, que tiene obras más importantes; tiene poca producción al año, por lo que vamos a intentar traer a los más premiados en festivales internacionales. Habrá un 50% de filmes que no se hayan estrenado en España y otro 50% que sí.

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Antes hablabas de utilizar los espacios de la ciudad de Cartagena, ¿cómo se han ido incorporando los nuevos espacios que se han ido creando durante estos 20 años?

Cartagena ha sufrido una transformación urbanística tremenda durante estos últimos 20 años. Gente que ha venido de fuera, y ha estado en todas las ediciones del festival, flipa más que nosotros con esta transformación, porque ellos vienen de año en año. Me dicen: “no me lo puedo creer, ¿qué está pasando aquí?”. Es que ahora hay un Audiotorio alucinante, un Museo de Arqueología construido por Vázquez Consuegra, un Teatro Romano que se descubrió… Esos escenarios se han hecho a lo largo de toda la transformación de Cartagena. Antes, la Catedral no se podía habilitar, y conforme se fue haciendo el Teatro Romano, se arregló la Catedral y nos metimos allí. Lo mismo pasa con las calles, antes eran horrorosas, ahora están peatonalizadas, puedes utilizar el centro de la ciudad para crear actividades. Los conciertos gratuitos, que este año ocupan más del 50% de la programación, se harán en los núcleos de esa transformación.

¿Estáis fomentando desde el festival la inclusión de los grupos de Cartagena?

Aquí no hay nada, y en eso le tengo mucha envidia a Murcia, porque tienen un sector privado que se está haciendo muy importante, y que está creando un circuito de salas en directo en Murcia que está dando muchos frutos. Aquí no existe nada de eso, nadie del sector privado apuesta por algo así, no sé por qué. Siempre intentamos meter a un par de músicos murcianos, pero el festival no está para promocionar a los grupos murcianos, está para ver cosas que normalmente no ves. Al grupo de Cartagena o Murcia lo puedes ver cualquier fin de semana del año, en cualquier sala. Para eso están los Auditorios, las salas y los teatros que programan.

Ahora muchos grupos no paran de sonar en Radio 3. Parece que esta emisora, dentro de la música alternativa, se ha convertido en radiofórmula, ¿no?

Radio 3 se ha erigido en la radio del pop y del indie español y está machacando día tras día con eso. Desde las 7.00 horas hasta las 14.00 horas, es un grupo tras otro, todos los días. No lo critico, pero se ha convertido en una radiofórmula, pero de otro tipo de audiencia; pero en definitiva, radiofórmula. Por ejemplo, sale León Benavente y gusta, pues ya te lo ponen todos los días y eso es una radiofórmula, como hace Los 40 Principales, pero con otro tipo de música.

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¿Qué le dirías a esa gente que piensa que, por ejemplo, con todo el ruido que se ha creado con el tema de las urgencias del Rosell, a lo mejor deberían ser prioritarias otras cosas antes que los festivales?

No estoy de acuerdo, todo tiene que tener su presupuesto y su sitio. Para mí, la cultura puede ser tan importante como la educación y la sanidad. ¿Por qué sanidad y educación son gratuitas y la cultura, no? A lo mejor que no sea gratuita, pero sí que esté apoyada por la administración. Si no, nos vamos a la mierda. Si Montoro no baja el IVA, que está destruyendo la música en directo, el teatro… Mira, de lo que se recauda en taquilla, un 40% se le está dando al Estado. ¿Cómo una compañía con 8 actores puede venir desde Madrid a hacer un bolo y darle el 40% al Estado? No hay manera de vivir. Se están cargando lo que es referente de un país. Cuando voy a Oslo veo esos centro culturales que tienen contenido –conciertos, óperas, performances-… Al final, quienes realmente representan a un país en el exterior son los agentes culturales. Cuando Almodóvar gana un Óscar, la que se beneficia es la Marca España. Lo mismo pasa con el deporte. Se genera riqueza cultural, que es exportable, una economía y ciudadanos libres que pueden criticar a quien está gobernando. Solo hay que mirar otros países para ver su escena cultural, y luego mirar la nuestra.

Por eso nos gusta la filosofía de La Mar de Músicas de poner un anzuelo, describiendo un mapa sonoro, de distintos estilos, invitando también a viajar, por ejemplo, a Noruega.

Si no hubiera audiencia en La Mar de Músicas, hubiera desaparecido. El problema es conseguir, año tras año, que venga la gente. Queremos darle a la gente la idea de cómo empezó, sin perder ese espíritu, aunque vamos metiendo poco a poco otros estilos de música, porque al final las modas son las modas: ahora mismo, todo lo que suene indie está de moda. Nosotros no somos un festival indie, pero sí hay algo que podemos incluir para que la gente joven que tiene 18 o 19 años no diga que es una antigualla. También queremos dar cabida a un público joven, por eso mezclamos varios estilos. Fundamentalmente, creo que si la gente viene es porque no nos hemos quedado en el pasado. La renovación es importante. Imagínate que volviéramos a incluir a grupos de hace 20 años que ya no les interesa a nadie… Sabemos lo que le interesa al público. ¡Ya me gustaría a mí hacer un festival con mis gustos personalizados! Seguro que sería un fracaso.

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En Murcia existen otros 3 festivales internacionales: SOS 4.8, Jazz de San Javier y Cante de las Minas, ¿qué tal es la convivencia?

Ni me llevo bien, ni me llevo mal con ninguno, porque no tengo relación.

Pero, ¿hay tiranteces entre vosotros a la hora de traerse a un grupo o en otros aspectos?

En absoluto, eso nos pasa con Sónar o Primavera Sound, que empujan más, y tienen más dinero que nosotros y te tienes que joder. Con el que más relación tengo es con el Cante de las Minas, porque siempre me ha gustado ese festival, sobre todo porque ha sabido conservar un patrimonio musical, que es la minera y la cartagenera. También es cierto que vas allí y parece que te tira para atrás la gente que va, pero en eso también reside su grandeza, en ver a los gitanos llenos de oro, a las gitanas con sus mejores trajes; y luego a un japonés, a un inglés… Esa es su grandeza y gracias al festival, los cantaores van conservando los cantes de la Región y hacen que sigan estando en boga. Sin ese festival, esos cantes se hubieran perdido.

Con los demás festivales no tengo relación. Con el SOS 4.8 no tengo ningún tipo de relación, no conozco a los directores. Te digo una cosa, me parece perfecto que haya un festival de esas características en la Región, porque no lo había. Me parece muy bien que existan todo tipo de festivales y que puedas ver a Damon Albarn, que me parece exquisito, Pet Shop Boys… Me parece muy interesante.

¿Qué grupo nunca te traerías a La Mar de Músicas?

A los Rolling Stones (risas). No, no, es una broma. Cada año me enamoro de un artista, y cuando ese enamoramiento pasa a ser mainstream, deja de interesarme, no sé por qué.

Parece que al principio es tuyo, y luego…

Sí, deja de interesarme, y a lo mejor es malo, pero es lo que siento, lo que me sale del cuerpo. Cuando descubrí a Carlinhos Brown me pareció una cosa alucinante, con unas melodías, unas armonías… Ahora no lo soporto. Lo mismo con Anthony and the Johnsons, que estaba programado para la Catedral, lo tuvimos que trasladar al Parque Torres y se llenó. No sabía que tenía tanta audiencia. Si yo supiera cuánta gente va a ir a un concierto no estaría en este despacho, me habría hecho millonario. A mí, Anthony me enamoró desde el primer momento y, ahora, no me interesa. Se ha metido en un business de ópera, cobrando miles y miles de euros… Como no se ponga a tiro no volverá. ¿Por qué? Primero, porque ya no lo puedo pagar. Cuando vino tenía su toque, su emoción.

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¿Y a quién traerías?

(Paco se queda, dubitativo, intentando responder a la pregunta). Ahora mismo, no lo sé. Todo depende de lo que se mueva. Desde luego, lo que más me causa satisfacción es traer a ese tipo de grupos que tienen algo.

(Ramón Gómez se queda mirando un disco de María Rodés que está presidiendo la mesa de Paco y le pregunta)

¿Vendrá María Rodés?

Pues no lo sé, ha estado a punto de venir. Tiene algo de Natalia Lafourcade, de Agustín Lara (un compositor de boleros mejicano). Tiene esa voz de niña buena…

Entrevista: Ramón Gómez y David Cano

Foto: Fran Bécares

Lugar: Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy, Cartagena

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Sobre el autor

Periodista y escritor de 26 años, especializado en temas de literatura y redes sociales. Su bagaje le ha llevado a trabajar en medios como Canal + y La Verdad de Murcia, además de colaborar con distintas webs de temática literaria y editorial. Ganador de un accésit en el certamen Creajoven de Literatura por el relato ‘Redención’. Murciano convencido de que en esta ciudad hay un fuerte volcán lleno de creativo magma y que debe recordarse para que no caiga en el ostracismo.

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