Lidó Rico: «No quiero nada de los políticos, te encargan una o dos piezas y tienes que ser suyo. Lo que me compraron, ahora vale tres veces más» (Parte II)

Lidó Rico: Yo se que a estas alturas de la película muy poco me van a regalar, no quiero nada de los políticos. esta gente se dedica, y esto lo escribes, a comprar voluntades. Te compran una o dos piezas y ya tienes que ser suyo. Sólo me cabe pensar que han decidido que en mí ya han invertido bastante. La cuestión es que no han llamado a mi galería, y lo que compraron, ahora vale tres veces más, no saben. Es de una ineficacia que a mí me duele que subestimen así a los murcianos. entre todos tenemos que poner nuestro grano de arena, yo por mi parte trabajando y hablando con la gente.

En Murcia tienen que cambiar las personas que hay dirigiendo la Cultura. Y al consejero –Pedro Alberto Cruz- aún lo tenemos empleado, aún le están devolviendo favores, en ningún otro país del mundo, una persona que haya tirado el dinero como él ha hecho, gastando en caprichos y disparates muchos millones de euros, estaría aún empleado en la Comunidad Autónoma. En Blanca, en un centro de video arte (EDOM), está de comisario, que tiene la trascendencia que él le quiera dar, que no tiene ninguna, o si no que pongan un contador de visitas. Manda huevos, ¡que este no se ha levantado en su vida a las 6 de la mañana a trabajar!, y a mí eso me perturba.

Como que Marta López-Briones alabe la labor del anterior consejero, esa gente tiene que desaparecer. Ella es una política del partido, y la Cultura no la pueden dirigir los políticos. Hace falta gente como tú, gente joven. Espero como te decía al principio que las cosas cambien, que las personas tóxicas que han dirigido y dirigen actualmente la Cultura de nuestra Región desaparezcan de una santa vez por el bien de nuestro futuro. Necesitamos personas que no se dediquen a comprar voluntades, hay que intentar por todos los medios que la política deje de instrumentalizar a la Cultura. Es del todo necesario pasar página y que gestores jóvenes, capacitados, con ilusión y sin complejos comiencen de una vez a acercar de manera efectiva la cultura a los ciudadanos.

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González Panizo, en su obra El olvido del horror síntomas de lo imposible, dice que has creado un lenguaje plástico propio, esto es mucho. ¿Cómo definirías tu lenguaje plástico?

Trabajas siempre con un mundo paralelo, la realidad y tú realidad. He sido una persona muy fiel al material, a mí nunca me han fabricado nada, nunca he tenido un “machaca”. Me gusta ir sacando conceptos como los de blando, duro, estaticidad, que no surgen cuando trabajas, porque siempre se trabaja de forma visceral. Surgen cuando estás haciendo otra cosa, cuando de repente encajo piezas mías de hace 25 años y las puedo enseñar sin problema. Uno cuando trabaja en Arte es como quien tiene un olor, no puedes funcionar por modas. Yo he visto flores de un día en la Bienal de Venecia y desaparecer, yo se que ese no es el camino, no es ser la estrella. A mí me encanta ser periférico, ser de “segunda regional” me da igual, estoy encantadísimo, porque mi compromiso está con el trabajo y al final la vida va poniendo y quitando a gente.

Si tuviera que definirme, soy un currante y una persona comprometida con el trabajo y con la vida, porque con paciencia e ilusión puedes cambiar la mente de la gente. También es importante rodearme de profesionales, esto se nota y te aligera mucho el peso, cuando te rodeas de buena gente te da una tranquilidad tremenda.

Solamente hay que ser claro, normal, natural. Se tienen que explicar las cosas como son, no hay que hacer artificios. La gente quieres normalidad, no quiere aspavientos como los de ARCO, se han desencantado de eso porque es algo sectario y endogámico, de unas cantas galerías que dejan exponer a quien quieren y hacen el negocio en una sola semana del año. Pero la gente ya está dejando de ser tonta.

El problema del mundo del Arte es que se subestima a las personas, se les reduce a número de visitantes. No tenemos gestores en España, Javier, hay muy poca gente solvente porque es un mundo ya no complicado, es sucio. He estado en ARCO doce o quince años, y ya ves cómo funciona todo, a la galería que me llevaba de repente la echan porque no se quién está en el comité… Y te das cuenta de que es pan para hoy y hambre para mañana.

El problema básico es la falta de gestión, aquí en Murcia cero gestión, los políticos se tienen que cambiar la medicación, y quiero que lo publiques, no te cortes. Tienen que poner a gente normal, responsable y que no sea sectaria, ¡eso es!

¿Te has inspirado o sigues la línea de alguna corriente artística?

Me interesa la Historia del Arte, pero no es definitoria. A mí me interesa la vida, cada uno puede hacer lo que quiera, pero yo trabajo bajo unos parámetros donde mi cabeza decide lo que aprovecha y lo que no.

¿Qué opinas del Selfie (1997) de Marc Quinn, un vaciado de su cabeza que rellenó con cinco litros de su propia sangre y que se exhibe congelado en la Royal Academy of Arts de Londres?

Me parece bien, es una pieza potente, pero yo en 1991 ya tenía vaciados míos. Lo que pasa es que en España no se valora y no se sitúa en el contexto porque no está en la onda. Pero te aseguro que no me gusta ver paisajes, y eso al final es un paisaje que se prolonga, a mí me gusta la realidad y los parámetros en los que yo me muevo. Quinn hace el Selfie desde un punto paisajista, y a mí no me gusta que me cuenten las cosas. Me gusta meterme en la materia. Mi terreno consiste en despegar desde la intimidad hacia una especie de vuelo sin motor, 10 años antes de esa pieza que me hablas ya estaba reproduciendo mi cuerpo, vivimos en un país donde hay mucha ceguera, donde la anécdota solapa de manera incompresible a la realidad, lo bueno siempre es lo que importamos, es así de triste.

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¿Y John de Andrea, el escultor hiperrealista de Denver?

En el tema del hiperrealismo establecí una vez una metáfora. Esta corriente no me interesa lo más mínimo, no me gusta darle las cosas masticadas a la gente, porque el concepto de perfección no existe, es utópico. No busco el hiperrealismo, lo aborrezco. En cierta forma tiene su sentido con Segal – la técnica de este es el vaciado de yeso de sus modelos, relleno de los moldes con fibra de vidrio y poliéster, ensamblaje de las partes y encarnado, la pieza se termina vistiéndola con ropas usadas-. Pero esta corriente está muy cercana a la frivolidad, y si yo no me conozco a mí mismo cuando me miro al espejo, no quiero que me cuenten historias. La perfección no existe en el hombre, da igual que la realices de 100 metros de altura o que la estires, que le pongas un neón o una peineta, al final es pura cosmética, un artificio, la obra de arte debe de ser un espejo donde mirarse, nunca un agradable jardín donde vienen marcados los setos por donde pasear. Considero que en el defecto está la virtud, el grado de nitidez de mi trabajo es el que marca el propio proceso, mis ojos siempre aparecen cerrados porque al sumergirme en la materia los tengo que cerrar de lo contrario podría quedarme ciego, al igual que me tengo que tapar la nariz con la exacta medida para la escayola no entre en mi cuerpo, los parámetros que yo manejo son del todo viscerales y responden a unos códigos muy alejados de ese hiperrealismo del que me hablas.

Es la metáfora de la que te hablaba, la del tren, yo monto con mi trabajo y le doy un empujón y lo dejo que siga si tiene solvencia para seguir. pero hay gente que te monta en el tren, te lleva al sitio, te baja, te lleva al hotel, te da el desayuno… y eso es hiperrealismo. Y lo aborrezco, porque la persona debe tener espacio para pensar, y esta corriente sólo lo permite cuando ha procedido en la Historia del Arte. Pero este hiperrealismo maniqueo –el de John de Andrea- no me interesa nada.

Al hilo de esto, explícanos cuál es el proceso que sigues.

Es una cuestión evolutiva, comencé a principios de los años ’90 reproduciendo mis dedos, después mis manos y terminé con mi cuerpo, introduzco mi cuerpo en bañeras de escayola realizando mi propia huella en ellas, incluso en la de mi hija Serena cuando era pequeña. Mi trabajo se acerca más al de un submarinista que al de un escultor, el propio proceso está seguido por unas estrictas pautas de comportamiento y los resultados dependen de él. Esa huella que deja tu cuerpo no es nítida, cuando te arrancas del molde, existe un duro trabajo de organizar, de rehacer ese vacío y por supuesto muchas horas de lijado hasta darla por válida.Yo no soy escultor, no me gusta la escultura como tal, no voy a ser mejor que Cellini, Miguel Ángel o Marc Quinn. No vale el hacerme un concepto preconcebido de lo que va a salir, se trata de lo que la materia te deje hacer. Sí controlo el trabajo del vacío, la limpieza de los vaciados o moldes de escayola, dónde quiero que caiga la nariz, cuando hay una deformidad lo resuelvo de forma bastante solvente.

Una obra es el resultado de un ejercicio de tensiones, son muchos los factores que intervienen en ella, al final te das cuenta que los cimientos de una obra no son más que un estado de ánimo. El arte tiene el deber de emocionar y hacer pensar, aunque todo a nuestro alrededor está diseñado para todo lo contrario, la emoción, la belleza, están mal vistas, todo está diseñado para que esos conceptos desaparezcan, existe una tendencia a homogenizar, es como la leche que nos venden ahora, te la diseñan, te ponen calcio, le quitan grasa, la pasteurizan y al final bebes de todo menos leche. Vivimos empapados de una sociedad acomplejada, vivimos por y para el miedo.

Lo que menos le interesa a la gente es este protocolo, lo que les atrae es que yo he estado dentro de la obra que ven. Es precisamente por el juego de distancias, yo no las quiero. Quiero meterme ahí y saber lo que es, no me gustan las milongas.

Relleno los moldes con poliéster y muchas horas de lija, hasta que el acabado es perfecto. No es fácil, hay factores que hacen que funcione o no, como el hecho de que llueva, que aparezcan pelos en la obra… Hay un elemento de falta de control del proceso, que es lo que me gusta. Tampoco quiero que me fabriquen las piezas, soy yo el que lo hace.

Para conseguir una buena obra de arte tienes que tensar, y cuando piensas que has terminado, puedes seguir tensando. A las dos semanas te levantas y piensas ¡qué maravilla he hecho!, y al día siguiente dices ¡menuda mierda de obra! Muchas veces la presión de una fecha de entrega hace que consigas una obra de arte, que no es decoración, sino espejos, espacios hechos por y para el hombre. Y por eso lo uso, no me gusta alejarlo con pajas mentales. El Arte tiene la capacidad fundamental de emocionar, pero todo a nuestro alrededor está diseñado para que la emoción desaparezca.

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Y, ¿qué pretendes transmitir con Tondo blanco o Tondo piel, esos círculos de manos que salen de la pared y que sujetan bombillas o plástico, que acabas de exhibir en el Almudí?

Es muy sencillo, esas obras tienen veinte años y son la búsqueda del hombre. Cada vez lo tengo más lejos, pero mi forma de ver la vida no permite la estética de la desaparición del hombre, yo lo necesito. Las manos simbolizan la necesidad de lo tangible, como si quisieran agarrar el paisaje, no quiero que me cuenten paisajes. El hombre tiene una medida, y aunque el Arte derive hacia la tecnología, la política, la mandanga… está hecho por y para él mismo. Hay un parámetro que nunca va a cambiar y es la medida física del hombre y su capacidad de emocionarse. No quiero emocionar al erudito, sino a las personas. Y estas piezas en particular son mis manos que he tenido que meter en cera, no es un paseo que te cuento. Son mis manos y a la vez las de todo el mundo, cada una de ellas te cuenta una historia, posiblemente se refieran a los momentos importantes que cambiaron cada una de sus vidas, en un solo golpe el paisaje que te muestran se congela haciendo flotar diminutos collages, no son más que claves, el planteamiento comienza en la pieza, pero el discurso real continúa en la cabeza del espectador, al final depende de su predisposición a dejarse llevar o no, es un trabajo de una elaboración casi quirúrgica, donde cada uno es el que tiene que dejarse encender la bombilla.

He tenido que sostener un porta bombillas, y una vez montadas, cada una de ellas te cuenta una historia, siempre en dos partes, algo lejano y algo cercano. Debes acercarte para ver lo que contienen, mi discurso de no estaticidad es enfermizo. Al menos hago pensar, ¿cómo habrá metido este tío esto aquí? Y lo meto con una serie de ganchos y esperando que el material estratifique, sin tener garantías sobre el resultado. Metafóricamente el significado es muy fácil, el símbolo de la idea es la bombilla, la luz, encenderla en la cabeza de la gente. Hay que educarlos, algunos piensan que está todo hecho y dicho, y ojalá sientan lo que yo cuando lo hice.

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En las obras Untittle glup y Roy glup, donde hay claras referencias a Heith Haring y a Lichtenstein, ¿las cabezas que surgen de la pared insuflan o absorben de la obra?

Eso es muy curioso, porque todos los que estamos en este mundo hemos estudiado Historia del Arte. Recuerdo cuando estuve en la Fundación Edelman, en Lausanne, la exposición de  Lichtenstein, me impresionó, me dije ¡menuda idea tan sesgada tenía yo de él! Porque cada libro te cuenta una cosa. También, ente otras, me llegó una exposición de cartelistas rusos en el IVAM (Instituto Valenciano de Arte Moderno), hace muchos años.

Roy glup es una reflexión sobre que somos un cuenco que se llena de contenidos, pero totalmente sesgados y manipulados, como todo en la vida. Pretendo con estas dos obras un replanteamiento de Heith Haring y Lichtenstein, de cómo se me han metido en la cabeza. Porque mi forma de ver la Historia del Arte puede ser diferente a la de otros, no tengo por qué tragar lo que me dicen.

En la obra que hace alusión a Richard Hamilton, pionero del arte pop, la diseccionas y la rehaces de nuevo, simplemente por tener más opciones. Ahí está la preocupación por el concepto y el contenido.
Los “Glups” succionan, la obra que va desapareciendo, impregna a los personajes con pasamontañas que las absorben, ladrones que ocultan su identidad pero que tienen como único fin hacernos reflexionar sobre conceptos como el de la autenticidad, catástrofe, la pestilencia, el espectador como esponja sujeto al fraude de otras opiniones, la búsqueda de nuestra voz sin rebozados ni rémoras. Aunque quizás puede ser lo que tú me dices, que la obra estuviera en blanco y ellos estuvieran escupiendo lo que llevan dentro, es bonito el juego que me has dicho. Me voy a quedar ese concepto porque es interesante. Las cosas cuando se hacen con respeto, como he hecho estas, aportan el punto de curiosidad de generar imágenes nuevas.

Cada persona tiene el deber de establecer criterios propios respecto a lo que mira, no nos debemos dejar llevar por determinadas opiniones porque realmente te pueden alejar de la esencia, ya lo decía Clint Eastwood, la opinión es como los culos, cada una tiene uno diferente, dar por sentadas determinadas versiones sobre la Historia del Arte no responde más que a pura comodidad por nuestra parte y yo estoy radicalmente en contra de que me ofrezcan la comida masticada, prefiero entrar a la cocina y ponerme manos a la obra, es una cuestión de inquietud.

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En ‘Curso legal’ (2009-2010), otra de las obras que acabas de exponer, con sus casi 3 metros de envergadura, me transmites las causas por las que los hombres nos dañamos entre nosotros: guerra, dinero… ¿voy encaminado?

Es un retablo de la realidad, de la sociedad tan dramática en la que vivimos. El hombre se disipa y ahora funcionamos por y para el dinero. Esta pieza hace referencia visceralmente a mi vida, porque son objetos encontrados y comprados para usarlos en la obra. La obra estuvo anteriormente en el Museo Barjola en forma de euro, y al plantearme Carlos Delgado, el comisario, traerla a Murcia, me plantee ampliarla. No entiendo que una obra esté acabada hasta que no está colocada en casa del coleccionista o del museo. El concepto de inacabado como acabado absoluto, de Gauguin, lo mantengo a raja tabla.

En Curso legal hablo de la inestabilidad, pérdida de identidad, falta de respeto, que unos pisan a otros, que todo da igual. cuento la gran mentira en que vivimos y en la que el “poderoso caballero Don Dinero” es el que marca las pautas. El dinero es el manido Dios que marca las normas, Curso legal es un retablo hecho de espejos, miserias, debilidades y vida, por ejemplo de la miseria cultural que tenemos. Mucha gente lo ve desde el punto de vista angustioso, al ser un horror vacui en tres metros de diámetro, pero yo lo veo también como un punto de esperanza, porque hay elementos que también me sugieren otras cosas, como la mano de mi hija cuando era pequeña, o elementos de personas que han fallecido y tienen una gran carga conceptual. La pieza entra primero porque es dorada y es “bonita”, ese adjetivo tan precioso, pero cuando te acercas es como el que cita al toro y cuando le pega tres vueltas ya sabe lo que es. Porque aparecen cráneos, que llevo usando más de veinte años, y la gente tiene un concepto que me disloca, porque lo asocian a la muerte.

Me pregunto, ¿si entre todos los maquillajes que existen hubiese uno que nos pudiera hacer transparentes y ver nuestro andamiaje?, sería fantástico. Ver que eres un cuerpo, y que este es inservible, somos cráneos, no imagen. Y en el momento de debilidad en el que eres consciente de ello, hay que ser certero, disfrutar la vida con pasión y trasladárselo a la gente. El concepto de la emoción y la belleza son los que intento trabajar. No soy el más indicado para hablar de belleza, porque se que para el 95% de la gente, mis obras no son bellas. Pero en el momento en el que el Arte se convierte en espejo adquiere interés.

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En muchas de tus obras los rostros muestran dolor, como en Desapegos (2007), tres cabezas emergiendo de la pared, dispuestas verticalmente, ¿qué causa este dolor?

Lo causan los 30 metros de cuerda que me compré y me los coloqué en el cuello para sumergirme en escayola y hacer la pieza. Yo no abro la boca para que después el espectador vea un rostro gritando, lo hago porque necesito respirar, secuencialmente voy introduciendo mi rostro generando una fina capa por donde respiro, se llega hasta masticar la propia materia, son momentos de mucha tensión pero cuyo resultado merece la pena. Pienso que en muchas ocasiones es mucho más importante lo que se oculta que lo que se cuenta, en este caso la pieza que no es visible al ojo es la que permanece dentro del muro, anatómicamente funcionan y la cabeza del espectador se encarga de terminar de definir, el proceso forma parte indisoluble de la obra. Conceptos como lo estático no existen en nuestro cuerpo, por eso también perturba, el ojo mira a lo quieto y no se reconoce porque somos un equilibrio de movimientos tanto por dentro como por fuera. Es un proceso muy difícil. La cuerda debes ser especial, porque al no esculpir nada, sino que mi trabajo son huellas –en la escayola-, tienes que deshilar la cuerda con mucha precisión para no perder la nitidez. El Arte debe ser una necesidad biológica, no lo hago para mí, lo haces para los demás o serías tonto.

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En tus obras Reo I y Reo II usas lupas para romper el elemento estático del que hablábamos. El espectador debe acercarse para mirar a través de la lupa.

Efectivamente, tras la lente, una vaca en miniatura le está haciendo un favor sexual al Manneken Pis, pero esa es la gracia. Estas obras tienen algo en común con otras de mi producción, aunque aquí es más patente. Siempre establezco un juego de distancias, la obra se observa de una manera secuencial, primero de lejos, donde es fundamental captar la atención del espectador y obligarlo a que se acerque, cuando estás cerca las distancias desaparecen y el diálogo se convierte en una especie de susurro, de secreto dicho al oído.., todo en la vida está realizado a través de contrastes, grande-pequeño, tristeza-alegría.., a través de ello nos sentimos vivos, no somos más que memoria emocional.., así funcionamos. Respecto a la obra que me comentas, de lejos ves la angustia de un personaje que sujeta algo entre sus manos, al acercarte y descubrir que una vaca está realizando un favor sexual a un pequeño personaje (Manneken Pis) te cambian radicalmente los registros que habías establecido anteriormente con la distancia.

Pero tú imagina, para poder hacer el molde tienes que meter la mano en cera caliente con la vaca, el Manneken Pis y la lupa, por fases. Y sacar la mano y que no se rompa, es como milagro, porque llevo más de 25 años haciéndolo.

En tu obra Atrapados (2013), en la que aparecen cables que unen manos sosteniendo esferas y una calavera transparentes, todo dispuesto sobre una tarima en el suelo. ¿Simboliza “atrapados” en Internet, quizás?

Lo estamos en nuestro propio cuerpo, en una cárcel, en todo lo que te sugiera la obra. Yo suelto el lastre y la gente lo interpreta y puede ser incluso más importante que los conceptos que yo maneje. Yo realizo la obra de forma visceral y conceptualmente se va desarrollando después. Al oír tu reflexión sobre Internet lo veo muy cabal, pero yo pienso más en la cuestión de que somos cables. El Arte tiene un momento de Psicología fundamental, llegando a interesarme el Arte bastante poco. Me interesa la persona como hombre y el autoconocimiento, la introspección. Siempre me he planteado que somos cables que se juntan en un todo que hace que vivamos. ¡El hombre es un milagro de cables bien unidos y ensamblados! Considero que la libertad es una utopía y no somos más que un equilibrio de materia blanda, somos cables conectados y unidos que en una suerte de milagro, esas son mis directrices, entiendo el Arte como un vehículo de conocimiento, como un comprometido y constante ejercicio de introspección. Somos un milagros del que no tenemos consciencia.

No vale siquiera la palabra, que cercena en acto, el Arte es mucho más importante que la palabra. Esta te puede hacer viajar, al igual que la Música, esta se acerca mucho más al Arte. Cuando creo, estoy por encima de todo, necesito hacerlo, responde a los alicientes del trabajo. Y después, cuando explico la obra varias veces, surgen los conceptos. Soy muy básico, de regional preferente, a veces de primera, a veces de segunda –dice con guasa-. Lo que me interesa es seguir unas directrices y trabajar con dirección al conocimiento.

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¿Por qué el título de tu última exposición en el Almudí ha sido Histoire des homes volants, en francés?

Pertenece al título de un libro que me compré en Paris hace ya muchos años, una tesis muy marciana que une cosas muy dispares. Por ejemplo, Leonardo con el ala delta, y me ha venido acompañando allí donde he estado. Siempre ha estado presente, y al plantear el nombre de esta muestra, lo consideramos acertado, entre otras cosas porque en todas mis piezas existe una preocupación por el espacio, desde los primeros dibujos que aparecen en la exposición que son una especies de Ícaros que flotan sobre la superficie, hasta mis últimas piezas, todas ellas perpetuamente en vuelo y suspendidas del muro. El Arte es una especie de vuelo en sueño y funciona muy bien. Me gustaría arrastrar a la gente a ver desde mi perspectiva, pero es muy difícil porque la gente tiene los pies metidos en escayola.

Y a modo de cierre, ¿tienes algún proyecto en mente?

Sí, Baréin y Singapur para diciembre de este año. Y también preparando cosas para Panamá y Cuba; dos exposiciones cerradas ya en dos instituciones… Me gusta coger los proyectos cada vez con más tiempo. He hecho muchas exposiciones individuales y cuesta mucho, y te das cuenta de que no eres una ONG, ¡que ya está bien de regalar! –se intuye en su mirada cierto desencanto-. Intento trabajar, y la vida me ha tratado bien porque me ha quitado a la gente tóxica de encima. Trabajo de ocho a doce horas diarias, me levanto a las 6 de la mañana, y quiero rodearme de buenos profesionales, eso para mí siempre ha supuesto una gran preocupación, porque cuando das con las personas apropiadas todo es mucho más fácil y fluido, los resultados mejoran de manera considerablemente. Soy de las personas que cree en la efectividad de la simbiosis. Me gusta la verdad, no quiero artificios. Soy muy respetuoso, pero si tú estás conmigo y actúas en beneficio o desacuerdo de otros no me vas a encontrar como amigo. Por eso los políticos, y la señora Briones es un desastre -Marta López-Briones, Directora General del Instituto de las Industrias Culturales y de las Artes- , es algo que no se puede entender, que historias tan casposas y horribles sigan funcionando en Murcia. Que sin discurso se siga funcionando.

Soy partidario del corporativismo, pero esto significa que hay que hacer bien las cosas, y a todos nos beneficia. Pero todo está diseñado para joderte, sí, a la gente le jode que te compre un museo, que exponga en Cuba dentro de unos meses…pero vamos a ver, ¡que yo no le he hecho daño a nadie! La gestión no se sabe hacer, cuando veo las programaciones, que las hace la hermana y trae al amiguito de turno, con visitas guiadas que valen una pasta. ¿Pero es que no se entera el consejero, el presidente, en qué Región vivimos? –se pregunta exaltado, y quizás con razón-

Esta historia endogámica es una vergüenza. Fagotizarse es comerse a sí mismo y desaparecer, pues eso pasa. Yo he visto a muchos consejeros salir, desfilar e irse; me he sentado con ellos en el Ministerio de Asuntos Exteriores, tanto socialistas, como populares. Y te aseguro que se lo montan tan mal, con un discurso tan viejo, que Murcia da pena, ¿cómo van a poner a Murcia en el mapa internacional? Eso es que no conocen mi curriculum, yo estoy en varios museos, y el Arte es un producto que puedes exportar. ¿No tienes valor para hacerlo o qué pasa?, ¿por qué tengo que verme siempre sólo conquistando y superando trabas?

Entrevista: Francisco Javier Nieto

Fotografía: Elena Merino

Lugar: Palacio de Almudí

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Sobre el autor

Murciano del barrio de San Antón, soy Licenciado en Periodismo y Master en Radio. En el ecuador de mi treintena he trabajado en Onda Cero Murcia y Madrid, Onda Madrid, y los últimos años los he dedicado a la Gestión Cultural; soy medio Licenciado en Derecho, como muchos; y fui pianista en mis tiempos mozos, algo queda, al menos el gusto por la buena música. Pero sobre todo, soy amante de mi tierra, de su Historia, de su presente y su futuro.

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