María Yuste: «Con Vida de Provincias quise hacer de mi condena, mi redención»

Sí. Nos costó mucho concertar esta entrevista. Tanto, que ya pensábamos que lo mejor era olvidarlo. Afortunadamente, desechamos la idea y nos encontramos una tarde de invierno cargada de anécdotas que nos dejó aún más claro que algún tuerto nos estaba mirando desde la barra. Bromas a un lado, lo que ocurrió con la entrevista de María Yuste (Murcia, 1988) es que no fue tal, aunque ahora parezca lo contrario. Conocí a esta escritora a través de las redes sociales y, solo tiempo después nos vimos por una ciudad que se muere por conquistarla. En esa ocasión, hablaba de que estaba escribiendo un libro y menos de un año después, ese recuerdo tomó forma en Vida de Provincias (Honolulu Books, 2014), un ramillete de historias cotidianas recién cortadas; una encarnación de la sincera belleza del dolor vivido a dos tiempos, experimentación y recuerdo. Decía que esto no me parecía una entrevista porque se convirtió en la continuación de algún que otro café que ya habíamos compartido juntas, y a pesar del caos que nos perseguía, salvamos nuestra tarde acompañadas de la honestidad y la franqueza. Buena prueba de ello es la conversación que aquí sigue, personalísima y verdadera hasta las trancas, igual que ella.

“Yo lloraba a escondidas porque quería ser otra persona”. Escribía María. Menos mal que no lo conseguiste, amiga. Escribo yo.

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Creció en Murcia, lleva una vida de provincias y sufre el efecto 2000. ¿Quién es María Yuste?

Madre mía, ¡qué pregunta! Solo soy una chica intentando salir adelante. Procuro hacer lo que me gusta: escribir. Creo que lo que soy solo se puede saber a través de lo que escribo porque para mí escribir es una forma de comunicarme, de hecho, no tengo ninguna pretensión seria más allá de ello. Soy una persona introvertida y me cuesta conectar con la gente en situaciones sociales así que sólo consigo expresar lo que está dentro de mí, lo que realmente siento, cuando escribo; no como ahora, hablando, donde me cuesta mucho expresarme bien. Soy una chica que escribe para comunicarse.

En esa aventura comunicativa te ha ayudado mucho Internet y las redes sociales. ¿Qué significan para ti?

Creo que cualquier persona de mi generación está en una situación similar, puesto que hemos crecido con Internet y con las redes sociales de una forma muy natural. La tecnología ha ido creciendo con nosotros al mismo tiempo y se ha metido tanto en nuestro día a día que no podría imaginar cómo sería mi vida, ahora mismo, sin las redes sociales. Me han ayudado a todo: a conocer a los referentes literarios, de series, de cine, de música… que han influido en mi vida y que me han llevado a escribir o que me han llevado a hacer determinadas cosas en la vida; me han influido también a la hora de conocer gente, de hecho, a la mayoría de mis amigos los he conocido primero en la red. Internet no está separado de mi vida, es parte de ella. Se habla de la realidad virtual como si fuera una vida diferente de la real, de la física, pero actualmente son la misma.

Nuestra generación no se puede separar de ningún modo de Internet, empezando con Messenger o los chats, y terminando con la necesidad constante de subir fotos a Instagram

Internet ha tenido una influencia tan tan grande que me cuesta hasta imaginarme en qué me ha ayudado. Somos los primeros nativos digitales, bueno, ahora están naciendo los cien por cien auténticos, porque son los que no han conocido otra cosa, pero pienso que nuestra relación es más especial: hemos crecido juntos, hemos conocido la prehistoria de la nueva era y por eso hacía falta un proyecto como Efecto 2000, (N. del R: el blog que creó para recuperar aquellos maravillosos 2000). Con él quiero que no se olvide ese momento tan especial, tan raro que vivimos, hay gente que la ha definido como una arqueología de Internet y pienso que no dentro de mucho tiempo todo eso se va a olvidar… Igual que lo que publicas en Internet es susceptible de perderse en cualquier momento para siempre, yo quería que esas experiencias, esas sensaciones de conectarte por primera vez a Internet quedaran grabadas en forma de literatura o de ensayos… Es una época irrepetible y muy interesante. Si yo naciera dentro de cien años, cuando seguramente la tecnología estará en un estadio que no podemos ni imaginar, me gustaría saber cómo vivía la gente estos años en los que todo lo tecnológico se implantaba. Dentro de cien años habrá un Secreto de Puente Viejo ambientado en los años 2000 donde la gente dirá: “¡Cómo vestían!, ¿cómo podrían vivir sin email?”. Tal como ahora pensamos nosotros de nuestros abuelos, que vivían sin lavadora.

¿Qué pasaría si mañana desapareciera Internet?

Que nos morimos. No se puede volver a atrás, es imposible. Es como si te quitaran la luz. El mundo daría un paso atrás gigante, porque es mucho mejor con Internet. Yo lo noto con respecto a la generación de mi hermana, con la que me llevo quince años; su relación con Internet es muy diferente a la mía: ella lo usa mucho más como una herramienta, pero una herramienta separada de su vida, como buscar información para preparar sus clases, o comprar, pero no tiene una relación íntima que le permita conocer gente o tener un blog. Lo que nos ha dado Internet a la gente joven es la capacidad de hacer las cosas por nosotros mismos, sin intermediarios. ¿Quieres escribir? No pasa nada si no te publican, porque puedes subir lo que escribes a Internet y encontrar tu público. Nos ha permitido empoderarnos, no sólo por poder hacer las cosas, sino por toda la autoexploración que hemos llevado a cabo. Ha ocurrido, por ejemplo, con el selfie: nunca nadie en la historia se ha hecho tantas fotos a sí mismo y eso puede ser bueno si no caes en la megalomanía, porque puede ayudarte a conocerte más. También creo que el ejercicio de escribir estados de Facebook, que cada vez se parecen más a las entradas de Fotolog o de blog, te ayuda, te hace pensar, te hace plantearte cosas sobre ti mismo y estar en contacto con los demás y aprender de ellos. Internet es una comunidad y eso nos beneficia haciéndonos más abiertos.

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Hablas de comunidad. Si lo extrapolamos a la literatura… ¿hay comunidad literaria en Internet?

Sí que hay, aunque más que comunidad literaria, comunidades. Internet es como la vida real porque lo mismo que ocurre en un trabajo o en un instituto, se da en Internet: surgen malos rollos, hay gente que no se lleva bien… por lo que se hace difícil que todo sea una gran comunidad. Se crean, eso sí, comunidades independientes, igual que los grupos de amigos, que son sólidos, sinceros y auténticos y que permiten que un trabajo tan solitario como el de escribir, se haga junto a compañeros de viaje; como decía Gonzalo Torné en un artículo de El Cultural, titulado La nueva regla del arte: lo que nosotros tenemos es eso, nos resulta más fácil encontrar compañeros de viaje, no nos sentimos solos y tenemos amigos, nos enviarnos nuestras cosas, nos aconsejarnos, comentamos los libros que nos gustan…En ese sentido sí que hay un sentido fuerte de comunidad.

¿La democratización literaria en Internet ha beneficiado la calidad o ha repercutido negativamente en ella?

Quien quiera escribir que escriba. ¿Por qué va a estar vetado a determinada gente? Si alguien quiere escribir, lo puede hacer aunque no lo haga bien; luego te leerá quien quiera leerte. Estoy a favor de la democratización del mundo cultural, no creo en los elitismos, igual que ocurre con los best-seller. Hay mucha gente que dice: “¿por qué se publican libros como los de Dan Brown o los de Crepúsculo?” Con no comprarlos, ¿qué más da? También tienen su público. Cada uno tiene sus lectores y lo mismo te apetece escribir porque te gusta sin tener en cuenta si es bueno o no, y no tienes que dejar de escribir por ello.

Pasar la adolescencia en Murcia o en la década del 2000, ¿qué marca más?

La combinación de los dos. Ahora Murcia está muy bien, tal vez por Internet. No quiero ponerme repetitiva, pero es que Internet es una gran ventana al mundo y yo a los adolescentes por la calle los veo más… no sé, si yo fuera adolescente ahora, tal vez encontraría gente más afín a mí. Cuando yo era adolescente, aunque fue en los años 2000, Internet aún era un elemento muy restringido a la gente, no todo el mundo tenía en casa, incluso era friki pasar mucho tiempo delante del ordenador. Igual que ahora lo friki es no estar siempre con el móvil, antes ocurría lo contrario. Murcia es una ciudad pequeña a la que no llegan demasiadas cosas culturales y en aquella época era aún peor. Creo que no es Murcia en sí, sino el hecho de ser un sitio pequeño, en el que no hay librerías o lugares que apuesten por traer libros, fanzines y cosas que se publiquen en editoriales pequeñas o extranjeras. Cuando era adolescente sentía que vivía en un sitio pequeño con limitaciones culturales, de medios, lo que hacía que me sintiera enclaustrada. Ahora aprecio los años 2000 porque eran muy horteras. Les tengo cariño, pero vivirlo fue duro. Si volviera a ser adolescente, seguro que viviría mejor aquí. Creo que lo malo fue crecer en Murcia en los años 2000. Una mezcla explosiva.

Acabas de escribir un artículo sobre crecer en Murcia en el que tratas diferentes hechos que marcaron tu infancia, y Murcia podría ser el espacio en el que tiene lugar Vida de provincias

Bueno… en el libro no hay referencias muy explícitas a la ciudad, podría ser cualquier ciudad mediterránea en realidad. El libro sucede en Murcia porque es autoficción y muchas de las cosas que cuento están basadas en la realidad, en lo que yo he vivido en mi infancia y adolescencia. Cada lector puede imaginarse lo que quiera, si quiere imaginarse que es Murcia o su pueblo, se lo puede imaginar perfectamente, no nombro la ciudad por eso. Mi intención no era hablar de Murcia, era hablar de cómo puede ser crecer en una ciudad pequeña, en un sitio pequeño, en un pueblo, en las provincias, por así decirlo. Miguel Muñoz, un periodista de Ecuador, dio en el clavo en una reseña que hizo del libro: “No hay una trama a la manera convencional, sino una idea: la vida de provincias como sátira triste de la existencia humana”.

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¿Cuándo decidiste escribir Vida de Provincias?

Empecé a escribir de la propia desesperación de verme atrapada en la ciudad. Siempre me habían atraído muchísimo las ciudades grandes y después de estar viviendo en Barcelona y Londres, volver aquí debido a la situación económica fue duro. Para poder vivir de escribir tuve que volver a vivir a casa de mi madre. Me costó volver a adaptarme y estaba un poco frustrada porque había vuelto al sitio del que siempre había querido salir, con aún menos esperanza de volver a irme. Cuando era adolescente pensaba en la universidad y en que me iría, pero ahora pienso que probablemente no volveré a salir de aquí, que no viajaré como siempre había querido. Se me caían las paredes encima y salí a la calle para relajarme, y me crucé con esta vecina que sale en el libro a la que conozco de toda la vida de verla, pero de la que no sé nada en realidad; creo que se llama Marina, pero no sé si es algo que he supuesto. Entonces escribí el texto de Marinita al volver a casa, cuando la vi y nos cruzamos se me vino a la cabeza todo lo que sale en el texto y eso me relajó muchísimo. No sé por qué, cruzarme con ella y que se me ocurrieran todas esas cosas fue muy relajante. Aquel fue el primer texto de Vida de Provincias.

Al principio no era un libro, lo subí a mi blog, escribí varios textos relacionados con las cosas que me iban pasando y dije: “bueno, voy a hacer de mi condena, mi redención”. Al volver aquí después de haber salido fuera, sentía las raíces tirando de mí. contra mi voluntad, de una forma tan fuerte que me resultaba imposible romperlas. Supe entonces que tenía que aprender a vivir con ellas. Escribir sobre esa situación es una manera de decir, voy a aceptar todo eso y voy a convertir esas cosas que me han hecho daño o que no me han gustado nunca de mi vida en algo bueno. Voy a convertir todo el dolor que me ha producido el hecho de vivir en un sitio con el que no me he identificado la mayor parte de mi vida para hacerlo mi bandera. Estoy atada a esto, pues ya está, lo acepto, ahora te vas a cagar.

Vida de provincias estaría enmarcada en la autoficción. ¿Cuesta tanto como parece desnudarse en este tipo de literatura, o el hecho de ser de esta generación y de vivir en una época en la que ya parece que no tenemos intimidad ha hecho desaparecer un poco ese pudor?

No lo sé… Conozco gente a la que le cuesta mucho hablar de cosas suyas en Internet, así que pienso que va en función de la persona. A mí me cuesta mucho contar cosas mías hablando con la gente, nunca he sido de contar mi vida, sin embargo, escribiendo, no me cuesta nada. Escribiendo, no me cuesta hablar de mi vida, de mis vergüenzas y de las cosas duras porque creo que lo más importante a la hora de escribir es la sinceridad. Si yo no estoy siendo sincera en un texto, no me gusta, porque creo que lo único que puedo hacer al escribir es ser sincera. Pero cuesta y es doloroso. Escribiendo el libro lo pasé mal y cuando sabes que lo va a leer tu familia, todavía más, pero no hay otra opción: esto es lo que tengo que decir y no lo voy a cambiar.

Tus textos irradian cotidianeidad. ¿Qué te produce tanto apego a la propia realidad?

La cotidianidad es la vida, el 99% de la vida es la nada. Las cosas más mundanas, las cosas más cotidianas, ahí es donde pasa la vida, lo raro es que te pase algo. Como decía Oscar Wilde, puedes pasarte años sin haber vivido en absoluto y luego, de repente, te ocurre todo a la vez. La vida transcurre en los momentos más cotidianos, por eso es lo que más me llama, porque es la vida de todos. Las cosas extraordinarias me gustan más para leerlas que para escribir sobre ellas.

¿A qué se deben tantos guiños hacia lo hortera y lo kistch en Vida de provincias?

Me encanta y lo admiro. La vida es kistch y tiene muy mal gusto, me encanta por eso. Es lo más normal en Murcia, en Madrid y en Nueva York. El glamour y el buen gusto me parecen de lo más aburrido. Está muy bien para un día, pero lo bueno es un macetero que no encaja, un grafiti con citas bíblicas, las cosas de los chinos… Creo que las imágenes religiosas de los chinos son lo mejor del mundo, las estampitas de vírgenes, los libros de vidas de santos… Lo kitsch es tierno y es auténtico porque la buena decoración es falsa, es muy bonita de ver, pero donde esté un buen antro que sea auténtico y sincero que se quite el diseño de interiores.

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Repites bastante el concepto de sinceridad, ¿nos falta o nos sobra sinceridad?

Entiendo la sinceridad como aceptar tu vida, aceptarte a ti mismo, como eres. Mucha gente cree que sinceridad es decir siempre lo que piensas pero yo no lo veo así, creo que sinceridad es decir lo que piensas pero teniendo en cuenta si vas a herir a otra persona, si está fuera de lugar decir lo que dices… hay que pensar en los demás. Nos falta sinceridad, tal vez, a la hora de no tener pudor y vergüenza, a la hora de mostrarnos como somos realmente, de mostrar nuestras inseguridades y nuestros miedos, igual que mostramos lo bueno y los puntos fuertes. Parece que siempre tenemos que parecer perfectos, personas maravillosas. Si te apetece decir algo bueno a alguien, díselo, no tengas miedo de parecer cursi o de que te puedan tomar por pelota. Y a la misma vez no digas algo bueno si no lo sientes. Hay una foto en Tumblr que dice: “Escucha tu cuerpo, habla con las plantas y no creas a nadie”. Le hago caso a eso de escuchar a mi cuerpo, parece una tontería, pero desde que lo hago, mi vida va mucho mejor. Es como eso de que es hora de comer pero no tienes hambre y te obligas a comer, pues no, si no tienes hambre en este momento, no comas, come cuando tengas hambre. O si no te apetece ir a un sitio, no vayas. Tú escucha a tu cuerpo, que sabe más que tu mente. Si estás bien con una persona, házselo saber, si no te apetece ir a algún sitio porque el cuerpo te pide estar en la cama viendo el Sálvame Deluxe, pues quédate.

La gente no debe tener tanto miedo a hablar de su vida y hablar de las cosas malas solo por lo que vayan a pensar de ellos, por eso también me gusta tanto lo kistch. Olé por el que tiene una foto de la Virgen María en su salón sin importarle lo que piense nadie. Aunque yo misma tengo que trabajar en ello, porque me encanta la imaginería religiosa, pero me da un poco de reparo que la gente venga a mi casa y vea mi colección de estampitas y piense que soy religiosa, cuando es todo lo contrario. Y esto pasa en muchas ocasiones, por ejemplo, nos tiene que dar igual y no decir “voy a apagar Spotify social para que no vean que estoy escuchando Rihanna”. A mí hay canciones súper cutres que me gustan. Voy a decir alguna aquí públicamente y todo. Me gusta alguna canción de Erre Way, -del argentino-. Son cursis hasta morir, lo reconozco, pero me gustan. Recuerdo que el verano que terminé el instituto, vi la serie argentina -que quede claro que era la argentina- y de oír las canciones allí les cogí el gustillo y aún me las pongo en Spotify. Me encanta una que se llama Perder un amigo, que es cursi, cursi, cursi y mala. ¿Qué le voy a hacer? Si mi cuerpo dice que le gusta, ya está.

Placeres culpables los llaman…

¿Quién ha dicho que no puede gustarte algo “malo”? ¿Por qué? Está todo pensado desde arriba, lo que te tiene que gustar para ser tal o cuál. Pues no, en ese sentido creo que no somos libres, tenemos que abrir un poco más la mente y atrevernos, no forzarnos. Parece una cosa muy trivial, pero no lo es. Hay un chico que escribe en Efecto 2000, al que no conocía, que firma en la página como Bruno Díaz y que ha escrito los artículos que van sobre Estopa y sobre los gitanos de su pueblo. Él es payo pero vive en un pueblo de Madrid donde ha estado en contacto con muchos gitanos, es una persona a la que, por un lado, le encantan cosas súper de pueblo, le gusta Camarón… y por otro lado, le gustan cosas alternativas y es muy lector. Le gustan las dos cosas y no hay ningún problema en ello. Tiene gustos socialmente muy bien aceptados, lo que supuestamente sería hipster y luego tiene gustos que son totalmente de cani, y a mí eso me encanta porque es tan raro encontrar a una persona que no tenga prejuicios y que se atreva a ser así…

Leyendo el libro no imaginaba que fuera tan oscuro como es y al final, la lectura me dejó bastante tocada.

Para comer chocolate.

¿Tú comiste chocolate después de terminar de escribir el libro?

Me quedé peor que cualquier persona que lo haya leído. Yo no podía dormir, estaba en un estado de nerviosismo constante, sabía que escribir era algo muy duro, había visto Girls y a Lena Dunham metiéndose un bastoncillo en la oreja hasta sangrar y quedarse casi sorda, y sé que puede llegar a ser así. No llegué a ese extremo pero sí que descontroló totalmente mi ansiedad. Me quedé muy mal al escribirlo y eso pasa factura, también es cierto que era mi primera experiencia. Y el libro, tal vez sea tan oscuro porque es muy visceral. Los primeros textos eran cosas que tal y como sucedían, las escribía. La planificación ha sido un poco más al final, me he dejado mucho llevar por el proceso, ha sido una forma de escribir muy romántica e intensa y eso afecta mentalmente. Además, me encerré para terminarlo a tiempo y llegó un momento en el que lo único que hacía era escribir, hice totalmente una inmersión. Me metí a buscar en armarios y cajones, me metí literalmente en los recuerdos. En mi casa hay una habitación cerrada, la de mis padres, que mi madre cerró cuando murió mi padre y aunque es la mejor de la casa está ahí sólo para el módem y para los trastos. Me metí a esa habitación a buscar fotos y removí mucho en mis recuerdos. Todo acabó explotando.

La gente que escribe sobre sus recuerdos siempre dice que es terapéutico, pero al acabarlo no sentí que hubiera hecho terapia, al contrario. Lo que sí ha ocurrido es que ahora que se ha asentado todo, me he dado cuenta de que escribir Vida de provincias me ha ayudado a enfrentarme a ciertas conversaciones que tenía pendientes con mi madre o con mi entorno, y sacar todo eso sí que me ha ayudado. Si casi que me gusta vivir en Murcia ahora. Te lo juro, si me tuviera que ir a vivir a Madrid, no me apetecería. Barcelona sí, pero es que Barcelona es mediterránea, pero no una gran ciudad como Londres. Yo no disfruté viviendo allí, toda la vida piensas que un sitio es donde mejor vas a estar y luego cuando lo conoces, te decepciona. Es verdad que nunca he sentido muy fuertes mis raíces con Murcia como otras personas que sí que se sienten muy arraigadas, no sé por qué, nunca me he sentido atada realmente a las tradiciones, a las costumbres, no me he sentido identificada y me sabe mal decirlo, no es por desprecio ni mucho menos, es una cosa que me ocurre desde pequeña: nunca he sentido apego por la ciudad y pido perdón por si esto a alguien le ofende, de hecho me gustaría tenerle apego pero no he sentido eso por Murcia en sí, aunque sí lo siento por el modo de vida mediterráneo.

Así que después de haber vivido en Londres, que no me gustó nada la experiencia, he aprendido a apreciar más el vivir aquí. Hay cosas que siguen sin llenarme, pero ahora he conocido a gente maravillosa y me gusta que estén aquí. Antes, tal vez por esto de ser introvertida, no había conocido a gente con la que de verdad me sintiera cómoda y ahora sí, escribir me ha puesto en contacto con gente con la que me gusta estar, Cristina Morano, Javier Castro… y me gusta eso de que sea invierno y no necesites abrigo por las mañanas, me gusta la comida, ir andando a los sitios… Reconozco que mis sueños adolescentes de querer vivir en grandes ciudades es de lo más provinciano, y la primera provinciana era yo por tener esas ínfulas. Una vez que vives allí, te das cuenta de que es una vida muy estresante, te chupa el dinero y la sangre. Cuando vivía aquí, otro aspecto de una total provinciana era odiar el Sol, quería estar muy blanca y estaba todo el día diciendo: “ojalá llueva”, y mi sueño era que nevara. Pero cuando vives en un sitio en el que hace frío todo el rato, que llueve y que nieva, acabas hasta las narices y ahí me di cuenta de cómo adoraba el Sol.

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¿Qué le falta a Murcia?

A cada uno le faltará una cosa. A mí me falta una buena librería (lo siento Diego Marín, pero no arriesgas). Una librería donde conseguir fanzines, libros de editoriales pequeñas, más variedad… como tú me dijiste una vez: “más librería que tienda de libros”; y yo con eso y con un mejor transporte me conformo. Fíjate que es una Región pequeña y que si estuviera bien comunicada, no haría falta tener coche y sin embargo, si no tienes coche, como yo, estás bastante aislado. Por la ciudad no tengo problemas para ir andando a cualquier sitio, pero si nos queremos ir a la playa o al monte, ya es más complicado. Pienso que podría estar mejor comunicado y aprovechado todo. Y el modelo de ciudad no tiene sentido, en vez de sacarle partido porque es una ciudad pequeña y bonita, no hay ni siquiera un carril de bici digno, los autobuses son bastante caros y pasan con una frecuencia regular bajo mi punto de vista. Casi nos quedamos aquí sin cine después de la apertura de los centros comerciales, y gracias a Dios que queda el Rex y el Centrofama, porque si ya tienes que pillarte el autobús o pagar gasolina para ir allí… No me gusta eso de que se intentara expandir la ciudad para allá, ha quedado todo horrible, a medio construir, despegado de la ciudad… me gustaría más que fuera un poco como Bruselas, una ciudad pequeña a la que se le saca mucho partido, no es comparable, quizá, pero creo que la ciudad y la Región tienen mucho potencial sin explotar y no sé si alguna vez vendrá alguien con poder y sabrá explotarlo.

Si alguien te preguntara por el libro ahora, ¿por qué le recomendarías Vida de provincias?

Juego con los límites de la autoficción. Me acuerdo de un artículo que se publicó en el blog de La tribu de Frida sobre Lenna Dunham, en el que la editora de Vida de provincias, Ana Llurba, decía que le gustaba cómo Lena Dunham jugaba con los límites de la autoficción en su propia persona. Tú ves Girls y parece que Lenna se está interpretando a sí misma, pero en realidad se trata de un personaje que es Hannah Horvath, y al mismo tiempo, ves a Lenna Dunham en una revista y parece que es la propia Hannah. Lo que ella hace es intentar que no diferencies a ninguna de las dos, impedir que sepas dónde está la línea entre Lena y Hannah. Eso me gusta, y creo que en el libro he hecho algo parecido aunque no de forma consciente, de eso me he dado cuenta a posteriori. Me parece interesante ese juego y no sé si a la gente también se lo resultará. Diría que es un libro sobre la vida, de manera amplia, no es un libro sobre Murcia, ni sobre las provincias, lo que intentaba decirte antes, parece que la vida se diera en los grandes momentos, en las grandes ciudades, y no es así. La vida sucede en los momentos cotidianos, sucede en la vida de provincias. De hecho, la vida en un pueblo o en una ciudad pequeña me parece más representativa de lo que es la propia vida, que la vida en Nueva York.

A propósito de lo que dices, Vida de provincias es una vida de provincias pero también podría ser una vida en cualquier lugar del mundo, ¿somos todos iguales, o cada uno es diferente según viva en Murcia o en Honolulu?

No, no somos todos iguales para nada. Sí que tenemos cosas que nos unen, todos tenemos experiencias vitales muy parecidas, como que se nos mueran los padres. De hecho, algo de lo que va el libro es sobre cómo algo así influye en tu propia vida, por eso el primer bloque son recuerdos, porque mi experiencia con la ciudad es totalmente única e irrepetible, nada comparable a la de cualquier otro ciudadano. Habrá otra persona a la que le encantará vivir en Murcia o en el pueblo más pequeño porque quizá se ha dado la casualidad de que ha tenido experiencias muy gratas, o ha conocido a gente con la que se ha llevado muy bien, pero la experiencia de una ciudad o de cómo tú la experimentas está ligada a lo que por azar te sucede. Como dice Gabby Bess en su libro Alone with other people, cada ser humano tiene un cerebro que está enjaulado en un cráneo que además tiene pelo. Somos una comunidad pero la experiencia de estar vivos es totalmente individual y solitaria. Nadie nunca va a poder entender lo que otra persona está pensando o sintiendo cómo es realmente. No sólo es vivir en Valencia, en Madrid, en Murcia o en Nueva York, eres tú viviendo en ese sitio. Hay tantas ciudades como personas. Es igual a cuando lees un libro y sacas tus propias conclusiones, lo lees a tu manera. Pienso que con las ciudades pasa lo mismo. Mucha gente con el artículo de Murcia se habrá sentido identificado porque quizá ha tenido vivencias similares a las mías, o le han llevado a tener pensamientos parecidos sobre la ciudad; y a la misma vez, a mucha gente le habrá pasado todo lo contrario y dirá: “coño, ¿esto qué es?”.

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Hace poco escribiste un diario en el blog de La tribu de Frida, ¿cómo te resultó a experiencia?

La verdad es que cuando me escribió Carmen G. de la Cueva para proponerme que lo escribiera, tenía ciertas reticencias porque pensé: “¿escribir todos los días? ¿Y si no me pasa nada interesante? ¿A quién le va a interesar mi vida si, en realidad, lo único que hago es levantarme y quedarme en pijama escribiendo o ir al supermercado como mucho?”. Pero como uno de mis temas principales es la cotidianeidad, me hacía ilusión el proyecto, me parecía bonito, aunque fue estresante porque tenía que experimentar y crear un recuerdo de lo que acababa de vivir para comenzar a escribir sobre ello sin mucho tiempo para asentarlo o para reflexionarlo. También como quería fotos, a pesar de que esa experiencia me salió un poco regular, tenía que experimentarlo, retratarlo y escribirlo todo al mismo tiempo. Fue una semana bonita e, inesperadamente, a la gente le gustó mucho y eso que yo pensaba que no lo iba a leer ni Dios.

Sentí mucho cariño de la gente y como me gustó la experiencia, decidí continuarla en mi propio blog escribiendo más cuando tuviera tiempo, porque escribir todos los días algo de lo que sentirte orgulloso lleva su tiempo. Recomiendo a todo el mundo escribir un diario, pero un diario sincero porque te ayuda a hacer autoexploración, ya no sólo para recordar dentro de diez años lo que pasó, ya que probablemente cuando lo leas te vas a avergonzar mucho de lo que escribiste (es una ley universal), sino porque creo que es muy sano reflexionar. Las cosas que te pasan durante el día, que parecen tonterías, están muy relacionadas con cosas que te han pasado, relacionadas con temas importantes, y ponerte a escribir te hace relacionarlo de manera consciente. Es muy interesante ver lo que sale. Yo pensaba que no iba a tener nada que contar y acabé relatando cosas muy privadas y personales. Me lo tomé como mi propio reality y como me gusta mucho Alaska y Mario, en el fondo acepté por eso: esta era mi única oportunidad de tener un reality.

¿Qué vamos a recordar de esta década?

Creo que va a envejecer mucho mejor que los 2000. Nuestra relación con Internet ya es más adulta. Dentro de diez o veinte años tendremos otra relación totalmente diferente con Internet, pero creo que a estas alturas lo vamos dominando un poco más, aunque aún tenemos que aprender a convivir y a crear códigos de conducta. A nivel de literatura, creo que lo que se va a recordar va a ser la Alt Lit, la Alt Lit pura y dura de estos autores como Gabby Bess, aquí en España Óscar García Sierra, Luna Miguel, Ana Carrete, Vicente Monroy… Pienso que se va a recordar este movimiento literario aunque haya muchos detractores que dicen que dentro de nada se va a olvidar. Se va a recordar como una generación literaria potente, cuyo valor es que retrata la época en la que vivimos, está en contacto con su época, no pretende excluir los elementos que forman parte de nuestra vida o aquello que nos influye.

Refleja perfectamente la vida que se está viviendo ahora, es muy sincera con su época, no se avergüenza de incluir la tecnología, de incluir las cosas que pasan casi en tiempo real, en hablar de reality shows… ¿Por qué no puede salir Kim Kardashian en un poema? Nuestra vida ahora es así. Yo entiendo que hace cien años, obviamente, eran otros temas los que interesaban y pienso que no incluir todos estos elementos no tiene sentido. Imagínate a alguien de los años sesenta intentando escribir como alguien de los años cuarenta, me parece totalmente antinatural y por eso no entiendo a los detractores de la Alt Lit. La primera vez que yo leí un libro de esta corriente, que era de Tao Lin, me chocó y me costó asimilar el estilo y ver el valor que tenía. De hecho, creo que el primer contacto con la Alt Lit va a ser chocante siempre porque no estamos acostumbrados a nada igual, de hecho, me cuesta compararla con otra cosa que haya pasado antes en estilo y en temas. Choca porque es nuevo pero cuando te abres a ella es muy gratificante.

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Entrevista: Araceli Muñoz

Fotografía: Lola Salinas

Lugar: Cafetería Vintage (Murcia)

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Sobre el autor

Amante de las palabras que, inevitablemente, tuvo que estudiar Filología Hispánica. Tras vivir un año en la capital y pensar que iba a echar de menos el movimiento cultural que allí había, se dio cuenta de que Murcia estaba convirtiéndose en una fuente inagotable de actos culturales: literatura, arte, teatro, música... Para poder contar lo que en ellos disfrutaba empezó a hacer sus pinitos en el periodismo haciendo diferentes cursos y escribiendo crónicas, reseñas y entrevistas. Mientras la gente lea –piensa- el mundo seguirá siendo un buen lugar para vivir.

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