Manuel Clavel: «Que le vaya bien a la gente que hace arquitectura comprometida es bueno para todos”

Desde que aceptó ser entrevistado para esta revista, con un sí inmediato, uno se da cuenta de que Manuel Clavel es un tío normal. Deportista de nacimiento, viajero empedernido y arquitecto por convicción, seguramente no sea diferente a cualquiera de tus primos treintañeros con los que cenas en Navidad, solo que puede que Manuel tenga más puntos en la tarjeta de Iberia Plus. Desde esa normalidad, te das cuenta de que tienes mucho que aprender de alguien que, desde sus propias raíces, desde lo más familiar, sigue trabajando en lo que cree y lleva el nombre del estudio que forma con su padre, Clavel Arquitectos, por todo el mundo. Quedamos con él en el Café del Arco, una de sus obras más publicadas, premiadas y comprometidas con la ciudad. En ella podemos ver mucho de la arquitectura de Clavel. Comenzamos la entrevista entre cafés, carritos de niños, gritos, madres que se desesperan, más gritos, más niños y abuelos que hablan de fútbol. Toda esa vida que un arquitecto plasma en cualquiera de sus fotomontajes, estaba allí. Manuel se pide un capuccino con nata, escucha las preguntas con atención y durante más de una hora de conversación responde una a una a todas las preguntas que le fuimos haciendo. Por este orden y sin edición:

Leo en el blog del casino, una afirmación tuya: “cuanto antes asuman los jóvenes (arquitectos) que se tienen que marchar de España, mejor” ¿Es ese el futuro de nuestra generación? 

Esa afirmación es de hace bastante tiempo. Se empieza a notar que va a haber un cambio. Como soy positivo, me gusta ver el lado bueno de las cosas y creo que va a mejorar en breves. De todas maneras, cuando decía eso, lo decía como una oportunidad. A veces, cuando tienes mucho trabajo, no te puedes permitir el lujo que supone irte a trabajar a otro país. A mí, me parece un lujo. Claro, tienes trabajo, te va bien y ni te lo planteas. Tengo claro que si un arquitecto está aquí sin conseguir sus objetivos, lo normal es que tenga que tomar una determinación. Lo que yo decía es que, yo mismo, he tenido que hacer cosas fuera, de una manera natural. Yo me aplico el cuento. El mundo ha cambiado, hace unos años todo el trabajo lo tenías aquí y además, en un radio de acción cercano. Pero ahora, si quieres tener un estudio con un recorrido, probablemente tengas que pensar que tu estudio sea algo más internacional. El mundo funciona así, no quería decir: “¡que se vayan!” (risas). Soy el primero que se pasa la mitad del tiempo aquí y la otra mitad allí. De manera natural, como decía, te sale un proyecto, empiezas a dar clase, y te das cuenta de que estás haciendo lo que debes. Me gusta pensar que la mejor escuela de arquitectura es, como decía Oíza, un autobús con un conductor en cuya gorra pone “Escuela de Arquitectura”. Casi todo lo que he aprendido ha sido viajando, y hay que verlo como una oportunidad: México, Estados Unidos, China… Es muy bueno, como arquitecto y como persona. Conocer otras culturas te hace ser más tolerante, te hace aceptar que hay maneras distintas de proyectar y de pensar. Si solo te relacionas con tus amigos de toda la vida, que son iguales que tú y que hacen las mismas cosas, cualquier cosa que sea distinta, como viajar, la vas a valorar más y los arquitectos que siempre han sido tus ídolos, dejan de serlo porque otros te gustan más. Estamos muy influenciados por la prensa de aquí, por los profesores que hemos tenido cerca y creo que un poco de oxígeno siempre viene bien.

¿Crees que desde las instituciones se está apoyando a los arquitectos para que desarrollen una profesión digna?

Hay mucho camino por recorrer. Te doy una muestra muy clara: ¿sabes cuántos proyectos le hemos hecho al Ayuntamiento de Murcia en los últimos diez años? Ninguno. Para la Comunidad Autónoma, tampoco, el único fue Portmán y mira cómo está. Nosotros que hemos tenido más o menos recorrido, que hemos hecho cosas aquí y en muchos sitios, no le hemos hecho ningún proyecto a la Administración. Y no porque no queramos. Tampoco siento que me pongan palos en las ruedas, ni mucho menos. Me siento muy valorado profesionalmente, pero desafortunadamente tampoco nos han dado nada.

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¿Cómo decides estudiar arquitectura?

En principio no quería estudiar arquitectura, quería ser naturalista. Había un biólogo que se llamaba Gerald Durrell y me encantaban sus libros de animales. Yo quería ser como él. Por tradición familiar, tendría que haber sido médico. Mi abuelo era médico y de mis treintaicinco primos, yo era el primero que me llamaba como mi abuelo. Me tocaba ser médico. También pensé en ser abogado. Pero al final, lo que me gustaba era la arquitectura. Para nada fue lo típico de quería ser arquitecto desde pequeño, ni mucho menos.

Madrid, Londres, Murcia, Miami…

Estudio en Madrid, aunque me tocaba Valencia. Madrid en aquella época (ahora ando un poco desconectado de allí) tenía muchos profesores, muy distintos. Unas cátedras muy distintas que te permitían elegir, una especie de “carrera a la carta”. Podías elegir si querías estudiar con un arquitecto o con otro. Había espacio para todas las maneras de pensar y esa oportunidad, Valencia no la tenía. Era una escuela más pequeña. Madrid era intensa, enorme, con mucha gente y muchos compañeros. Después gané por concurso la beca Arquia y en principio me tocó Siza. Todos los arquitectos que podía escoger eran muy buenos. Me apetecía vivir en Londres, pude hacer para que me lo cambiaran y me fui a FOA con Alejandro Zaera-Polo, que estaba con el proyecto de la Terminal de Yokohama. Era un momento especial en ese estudio. La gente pensaba que era un estudio grande y éramos catorce, nada de noventa o cien, catorce. Recomiendo Londres por su intensidad, para vivir hay que currárselo, no es una ciudad cómoda: hace frío, las distancias son grandes, pero es una pasada. Ves un montón de gente joven matándose por vivir allí. Malviven. Trabajan de lo que sea porque realmente quieren vivir allí. Y eso genera una creatividad de recursos limitados que lo hace único. Es un sitio en el que hay gente sobreviviendo, y gente con mucho talento. Es dura y única. Ciudades menos únicas no tienen esa tensión creativa. En Londres ya conocí clientes, no era el boom pero era como el final del boom. En Murcia, afortunadamente, pillé algo de ese momento y nos permitió desarrollar un currículum grande en un periodo bastante corto de tiempo y siempre me atrajo la idea de hacer cosas fuera. Estás en un sitio en el que la gente más o menos conoce tu trabajo, lo valora, y es por eso que te apetece buscar otro sitio en el que no estés tan cómodo. Te mantiene estimulado, porque si te quedas aquí te puedes creer que eres nosequé y, si te mueves un poco, te das cuenta de que en un sitio te conocen, pero en la mayoría de sitios no y ese reto me gustaba. A lo mejor sí que te conocen en el mundo académico, los estudiantes, por ejemplo, de México o China, donde la gente de allí conocía nuestro trabajo por internet. Miami fue fruto de la casualidad, primero estuvimos haciendo cosas en Italia, luego nos invitaron a una bienal de arquitectura en China, en Shenzen, al lado de Hong Kong. Allí realizamos una instalación (Pabellón ultraligero centrifugo), ganamos el premio del público y surgieron un par de proyectos. También nos invitaron a un par de concursos que ganamos, uno de ellos un ayuntamiento de Changde y otro, una parte del museo de la arquitectura en Hangzhou. Paralelo a esto, me invitan a dar una conferencia en Miami y luego me proponen quedarme para dar clase. Y durante un periodo corto de tiempo, me fui para allá. Poco después nos empezaron a encargar proyectos allí y una casa en El Salvador para los dueños del edificio 1111 de Miami. Luego otros clientes con cosas en México, también. Y así, de repente, me paso la mitad del tiempo allí y la mitad aquí. Fácilmente, me hago trescientos mil kilómetros al año en avión.

En una conferencia en la web de Arquia, (véase aquí) cuentas que tu tía está presente, en otras entrevistas cuentas lo unido que estás a tu familia y tu estudio es compartido con tu padre. Pese a no parar de viajar eres una persona muy familiar.

Soy una persona que doy mucha importancia a la familia. Precisamente, puedo viajar tanto y hacer tanta vida fuera porque tengo unas raíces muy claras. Para alguien que llevara la vida que llevo yo, sin las raíces que tengo, no sería una vida tan agradable ni tan divertida. Con mi padre, el secreto es que siempre hemos trabajado en el mismo plano, al cincuenta por ciento. En el despacho no existe una relación padre-hijo, sino una relación estrictamente profesional. Además de que es una suerte poder disfrutar de mi padre, me considero muy afortunado porque él es muy buen arquitecto y una persona excepcional.

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¿Es la forma de afrontar proyecto y no las tipologías lo que hace diferente vuestra arquitectura?

Da igual la tipología que estés manejando. Especializarte es el principio del fin. Con nuestra formación, podemos cambiar de tipología con todas las garantías, la arquitectura no es un experimento en el que pruebas a ver si sale bien. Sí que tienes maneras de enfrentarte a proyectos y a tipologías sin poner en riesgo que lo que vayas a hacer vaya a ser eficaz a todos los niveles. De una tipología a otra, aprendes cosas, incorporas mecanismos que puedes utilizar en una cafetería o una tienda y las puedes experimentar en un edificio de viviendas que de otra manera no habría sido posible. Esto nos permitió que cuando en España las cosas cambiaban, éramos versátiles. No porque aprendiéramos a hacerlo, sino porque siempre lo habíamos hecho.

Vemos en tu arquitectura conceptos como reflexiones (Restaurante del casino), tipografías que interactúan con el usuario (Farmacia Casanueva), esquinas y techos curvos, también dais protagonismo a materiales vistos y mucha importancia a la iluminación para dignificar elementos menos nobles. ¿Existe un estilo propio?

Siempre me ha parecido que tener un estilo reconocible puede ser una limitación, sobre todo si tienes que empezar a diseñar basándote en tu estilo. A lo mejor, otro tipo de elementos que sí te interesan te pueden identificar: últimamente cuidamos muchísimo la iluminación, por ejemplo. Dedicamos mucho tiempo a pensar en ella, en proyectos como stands se convierte en una cosa casi obsesiva. Buscas elementos que tengan que ver con las geometrías, que te puedan interesar en este momento. Al final, lo interesante es no encasillarte y cuando piense: “este tema lo conozco”, me meteré en otros. Algunos proyectos abren caminos que nos valen para otros. O, a lo mejor, hay proyectos en los que no has desarrollado suficiente cierto asunto y en el siguiente que pueda encajar, lo intentas. Vas contando tu historia a través de distintos capítulos.

La puerta del Club de Tenis, el Café del Arco, el Hispano, el edificio San Cristóbal o el Parking de la avenida de la Libertad…¿Se puede hacer arquitectura pública desde la empresa privada?

Eso que planteas es clave. No hemos tenido la oportunidad de hacer nada público, pero sí que hemos tenido una responsabilidad con la ciudad. Creo que el mayor reto es hacer una arquitectura pública con dinero privado. Ese es el reto. Lo haces con gente a la que le duele su bolsillo y tienes que ser capaz de hacer compatible que a esa persona, su negocio le vaya bien. Siempre he pensado que esa arquitectura que tiene un carácter público, que tiene valores que hace que la gente se pueda apropiar del espacio con comodidad y que tenga calidad para el ciudadano, es buena para la empresa privada. Pienso que esa contradicción público-privado no existe, normalmente se radicalizan las dos posturas y se piensan que no pueden ser compatibles. En el momento en que las dos partes ganan, hay éxito en un proyecto. Y hay que hacer el esfuerzo para que la arquitectura privada defina el espacio público, porque al final, queramos o no, va a ocurrir. Barcelona no está hecha con edificios públicos. Es cierto que han aparecido muchos recientemente, pero la estructura era de una burguesía que en un momento determinado quiso hacer las cosas bien. En la calle Trapería, tu percepción de la ciudad te la está dando, en gran parte, el tipo de locales que hay en ella. Locales atractivos con espacios de más calidad te transmiten la sensación de ciudad más moderna.

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Una práctica empresarial a la que se está poco acostumbrado en arquitectura es la de asociar firmas de arquitectura con marcas comerciales. A vosotros se os asocia con Café Salzillo o con los cafés Drexco/Café del Arco. 

Todo esto, ha sido por la suerte de tener un cliente que está contento contigo, y como está contento contigo te sigue encargando cosas. No hay más planificación, ni está todo estudiado. El cliente que queda contento suele repetir. Como vivimos del cliente privado, tiene que quedar contento con nosotros. Cuando repite, es señal de que algo has hecho bien. En Murcia hay gente que se moja. Café Salzillo podría hacer las cosas de otra manera, pero quiere hacerlas bien, y le va bien. ¿Cuántos stands se hacen al año? ¿Quién hace los stands de IFEPA? No se sabe. No sabes quién los hace. Café Salzillo quiere hacer las cosas bien, al final, para ellos no supone un gasto mayor. Cogemos con mucho cariño proyectos más pequeños, no los despreciamos, no estoy interesado en hacer ningún proyecto en el que el resultado sea malo y sepa que voy a quedar mal. He hecho cosas pequeñas que han tenido más recorrido que otras cosas más grandes. Tienes los trabajos que tienes y tienes que hacerlos con la mayor dedicación. Un parking suele ser un proyecto que no sale en publicaciones salvo excepciones…Suelen ser proyectos grises, que nadie hace y que parece que no tiene ningún sentido proyectual. ¿Cómo que no tiene sentido? Eso son prejuicios, y como ese, hay miles en arquitectura. Un parking es un espacio público, es para la gente. Hay gente que sube, baja y utiliza ese espacio. Te diría un montón de edificios en los que se omite el diseño del aparcamiento ¿Y por qué no se le pone cariño a ese espacio? Hay que cuidarlo todo y ponerle la misma ilusión a todos los proyectos independientemente de lo grandes que sean.

También te he oído decir que no te vas “ni un duro” del presupuesto.

Luchamos para que eso ocurra, porque si no sucede, parece que el diseño va asociado a desvío de presupuesto y de tiempo. Mis proyectos suelen ir bien de fechas y de dinero. Si algo no va bien, es porque el cliente cambia algo. En el Star System hay arquitectos que sistemáticamente se desvían del presupuesto y hay otros que no, por eso, me fío más de los últimos porque los primeros son los culpables de que se asocie la buena arquitectura a un elevado precio, y eso es una aberración. La arquitectura tiene que ser buena y cumplir plazos y presupuestos. Honesta.

No sueles aparecer asociado a concursos de arquitectura, salvo Portmán, (junto a CartonLab/Moho Arquitectos e Inmat) y el de la parada de tranvía de Murcia. ¿Cuál es el motivo?

Al principio de mi carrera ganamos muchos concursos públicos y privados. A partir de ahí, los clientes conocieron nuestro trabajo y en los últimos años, los clientes privados nos los encargan directamente. Recientemente, también ganamos el concurso de San esteban, otros dos en China, un hotel en Miami… Sí hemos hecho. Lo que pasa es que aquí tampoco hay tanto concurso. Al final, te cansas de tratar de hacer propuestas con cierto nivel de innovación y que los organizadores tengan miedo de que se vaya de presupuesto cuando, sistemáticamente, estás trabajando con privados y demostrando que no va a ser así. Con un par de propuestas nos han dicho que les daba miedo que se fuera de presupuesto y eso me ofende. Me ofende que no piensen que somos capaces de cumplir un presupuesto.

El programa ALEOP! buscaba propuestas (enviadas por ciudadanos) de mejora urbana en la ciudad de Murcia. ¿Crees que se escucha suficientemente al ciudadano a la hora de hacer las ciudades? ¿Sirvió de algo?

Sí que sirvió. Ahora vamos con un segundo empuje. Hicimos un esfuerzo por contar, por explicar y por crear dinámicas de participación. Este proyecto surge a partir de una necesidad, entre todos (colegio de arquitectos, Ayuntamiento, Comunidad y partidos políticos de distinto signo) hacer el esfuerzo de buscar espacios de consenso. Hay mucho camino que recorrer y voy a seguir luchando para que siga adelante. En nuestros proyectos, siempre intentamos que haya un nivel alto de participación. Mira, la cubierta del Parking de la Avenida de la Libertad se hace peatonal por una propuesta nuestra. Proponemos que se peatonalice la calle. La gente piensa que eso estaba planeado y para nada. Lo propusimos al Ayuntamiento, lo valoró positivamente y lo apoyó. Nuestro cliente se tuvo que gastar más dinero en peatonalizar todo y si tiras de hemeroteca, puedes ver las protestas que tuvo por parte de los vecinos pese a que nos reunimos con unos, con otros, llamamos a asociaciones de aquí y de allí. Tras toda la experiencia del Parking de la Avenida de la Libertad, en la que propusimos una cosa buena, que era peatonalizar la calle, y se me tiraron los vecinos encima, lo lógico sería no haber confiado más, pero no, pienso que de aquello aprendí y me di cuenta de que la gente puede estar en contra de cosas absolutamente lógicas y sensatas. Ante eso solo puedes seguir trabajando porque para una vez que la gente no responde bien, hay otras veces que sí que responde. Hay que tener mucho respeto por la gente, informarla. Puedes encontrar grandes contradicciones: ¿Cómo es posible que la gente estuviera en contra de peatonalizar su calle?

Ahora se escucha que no hay sombra.

Es que no estaba presupuestado. ¿Quién lo paga? En cualquier caso, es una calle que está en sombra la mayor parte del año. Orientada casi perpendicular al sur. Claro, en Agosto a las cinco de la tarde, hace calor, pero ¿en qué sitio de Murcia no hace calor ese día? Pero, Si vas en invierno estás agustísimo y apetece estar ahí. Si se asigna una partida presupuestaria para poner toldos, genial. Pero serían pocos los meses en los que sería necesario.

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¿Qué le falta a Murcia?

Siempre hay un planteamiento en el que nos preguntamos qué deben hacer los políticos por nosotros, pero prefiero empezar por qué tenemos que hacer los ciudadanos. Desde nuestras pequeñas parcelas, lo ideal sería tomar nuestras pequeñas decisiones de tal manera que la ciudad sea mejor. En Murcia hay estupendos arquitectos. Hay muchos arquitectos con muy buenas ideas, un montón. Y se hacen muchos locales, pequeños negocios, y da pena que no cuenten con unos profesionales que pueden hacer las cosas bien. Se pierden oportunidades cuando, por ejemplo, una pequeña peluquería o una pequeña cafetería no se hace bien. Creo que una sensación de responsabilidad de nuestras pequeñas decisiones, donde es importante que todo se haga bien, nos mejoraría muchísimo. Tendría también que haber un mayor acceso a proyectar edificios públicos por parte de arquitectos no vinculados a la administración. No se hacen muchos edificios públicos en la Región de Murcia por parte de profesionales independientes. La arquitectura debe proyectarse más en la calle y menos en oficinas técnicas que deben estar destinadas al control y a la gestión, pero no a proyectar. Por una especie de sentimiento de ahorro, que luego no es ahorro, porque al final a esa gente le paga alguien y no es verdad que ahorren con ese tipo de proyectos. En ciudades exitosas, desde las oficinas técnicas se han ocupado de hacer una buena selección de buenos profesionales, de manera rotatoria, buscando la calidad, gestionando que lo técnico cumpla. Si no, estamos perdiendo oportunidades en cada plaza, en cada rotonda y en cada edificio que se arregla.

Volviendo a tu arquitectura, el tiempo es otro concepto que está presente en ella, desde lo efímero en el pabellón de Café Salzillo hasta lo intemporal en el panteón familiar. Incluso aquí en el Café del Arco se preparaba ese ritual del aperitivo a una hora concreta.

Es un factor que no se suele considerar y me parece fundamental. Tienes que pensar en cómo quieres que tu edificio se proyecte con el paso del tiempo. Cuando hablas de un panteón, buscas atemporalidad, buscas que no haya elementos reconocibles de escala humana para hablar de una falta de tiempo. Al no haber pomos, ni mirillas, y estando todo modificado de escala, o en una escala poco reconocible, parece que te desvinculas del tiempo. Podría haber pertenecido a otra civilización. Y, sin embargo, cuando proyectamos ese pabellón de flores, al final, se sacrifica y se desmonta para repartirse entre los ciudadanos. Claro que da pena que se acabe, de nuevo estamos con ese tema de que era público y pasa a ser privado. El tiempo es un factor clave y, últimamente, con respecto a la durabilidad de los edificios, intentamos utilizar materiales que tengan el mejor envejecimiento posible, materiales vistos, cerámicas… Las ruinas modernas me dan miedo, las chapas que parecen chatarra, cosas blancas impolutas que nadie repinta porque no es lo mismo encalar una casa que un edificio grande. De manera que, pensar en cómo quieres que tu trabajo se comporte a lo largo del tiempo, es muy importante. Es importante no transmitir mensajes confusos, lo efímero debe ser efímero y lo que tiene que durar cien años tiene que durar cien años. Reflexionar sobre eso me entretiene y me gusta mucho.

Siempre se puede encontrar algún toque de humor en tus edificios. ¿Hace falta más humor en la arquitectura?

Si, en el parking de la Avenida de la Libertad te aplauden cuando sales: ¡Buen trabajo! (risas) Es fundamental tomarse las cosas con sentido del humor. Todo parece tan serio y se pretende contar las cosas de la manera más complicada posible, complicando artificialmente el lenguaje… La gente más inteligente que he conocido es aquella que da los discursos más claros. Trato de utilizar el sentido del humor e intento ser claro y cercano con la gente, contar las cosas las veces que hacen falta y no me identifico para nada con ese modelo de arquitecto mal encarado y enfadado con la sociedad. Somos felices haciendo lo que hacemos e intentamos que la gente sea feliz en nuestros edificios, que se sientan a gusto y si, teniendo ese guiño de humor, hace que tu día sea un poco mejor, estupendo. Mi única intención a lo largo del día es que la gente que vaya a mis edificios sea un poco más feliz, ya sea porque se sientan más cómodos, porque esté mejor iluminado, porque estén más seguros o porque se rían un poco. Cuando me muera espero que la gente diga: “se estaba muy bien en sus edificios”. Y todos los discursos por encima me interesan menos. No hace falta hacer las cosas incomprensibles para que intelectualmente sean valiosas.

¿Cómo ven la arquitectura española en los Estados Unidos?

Allí ven que hay un talento extraordinario. Tengo un montón de compañeros fabulosos, aquí en Murcia hay una generación de arquitectos de todas las edades muy buena, muy valiosa. Eso me alegra. Nunca miro hacia mis compañeros en clave de competencia. Si a un compañero mío le va bien, me alegro. Eso es muy importante y aquí hay gente que no lo entiende. Cuanto mejor le vaya a la gente que hace arquitectura comprometida, mejor para todos, porque se produce un efecto llamada. La gente empieza a ver que las cosas se pueden hacer de otra manera y la gente demanda más. Cuando un compañero hace una casa espectacular, me alegro, porque sé que eso, lo que genera, es demanda. Clientes potenciales hay montones, lo que hay que hacer es descubrirlos, y para descubrirlos lo que tienen que hacer es ver más. Que vayan andando por sus barrios y digan: “mira, eso me ha gustado”, y se lo encargarán a quien se lo tengan que encargar. Por eso no se puede mirar a los compañeros como competencia, hay que hablar bien de ellos, en el fondo hablando bien de ellos estás hablando bien de ti porque todos creemos en lo mismo. Luego tendrás tu opinión, pero en lo general estás de acuerdo con la mayoría. Hay que dedicar las energías en apoyarnos y no en ponernos zancadillas. Esa es una mala actitud española. Igual que te digo que hay mucho talento, hay una actitud excesivamente competitiva. En Estados Unidos, la gente es mucho más abierta. Todo el mundo te presenta a sus contactos, a unos y a otros. Hay una idea de que, cuanto más intercomunicado esté todo el mundo, las oportunidades serán mejores para todos. Es como tener un tejido muy bien irrigado, no sabes por donde te van a llegar las oportunidades pero sabes que van a llegar. Aquí hay mucho cortocircuito en ese tejido. Y tiene que cambiar, los pequeños reinos de taifas no llevan a nada y lo único que hace es anquilosar a toda la estructura cultural, productiva… Se ve desde fuera y queda muy mal. Pensabas que era lo normal porque lo veías desde dentro, pero no es normal. Sin esperar nada a cambio de nadie, en Estados Unidos se hace de manera natural. Aquí es: yo soy de aquí o de esta universidad, tú de la otra o de la privada, o no sé qué… Allí tienes acceso a grandes fortunas, gente de una gran capacidad de decisión, simplemente si vas con una buena idea. Aquí sería mucho más complicado porque los códigos de comportamiento, en ese sentido, son muy malos. Por eso aquel país se ha recuperado en un año de una crisis y aquí aún la sufrimos. A veces somos nosotros mismos los que nos ponemos la zancadilla. (Manuel pone un gesto serio) A mí me ha ayudado más gente de fuera que no he conocido de nada, que gente de aquí. No te haces una idea. Las oportunidades no me las ha dado nadie cercano. Nos las ha dado un tío de Nueva York que nos vio publicado en no sé dónde, o no sé qué director de un museo de Connecticut que nos vio no sé qué cosa y nos invita a hacer algo… Y no te lo digo con pena,pero si desde un principio nos hubieran apoyado los de aquí, el esfuerzo habría sido menor. La gente que tienes cerca recela. ¿Recelo de qué? Es un mal que hay que extirpar. Los americanos ya están funcionando y la economía les va bien. Claro que tienen problemas propios y son muy mediocres para otras cosas, pero hay que copiar lo bueno y no quedarte con lo malo. Aquí hay un talento bárbaro y con este “cortocircuiteo” permanente no vamos a ningún lado.

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El deporte es una parte fundamental en tu vida. Fuiste a los campeonatos de España de natación, ganaste un campeonato de snipe a nivel europeo y ahora practicas kite ¿se puede compaginar el deporte, la arquitectura y los viajes?

Ahora el kite lo tengo más abandonado, porque no he pillado viento cuando he venido. El deporte es fundamental para mí. Ayer estaba en el mar, estuve todo el día allí, navegando, me acerqué a la Grosa y me encanta. El deporte me equilibra, me ordena. Y de él aprendí eso de la competencia sana. Mis mejores amigos y yo, en el agua, competíamos a muerte. Y siempre me alegraba de que a mis amigos les fuera bien. Es una enseñanza muy buena, debemos ser todos competitivos pero de la manera de que, el que tengas enfrente, te inspire a esforzarte más, nunca buscando que le vaya mal al otro. No tiene nada que ver. Nadando aprendí a utilizar la energía para superarme a mí mismo y no para desear que al otro le vaya mal. El deporte te da esa adrenalina.

¿Qué hará Manuel Clavel dentro de cinco o diez años?

Espero poder seguir haciendo arquitectura. A pesar de todo el esfuerzo, estoy muy contento. Eso si, espero que en el futuro no resulte tan complicado tener en marcha un estudio. Es un esfuerzo extraordinario. A veces te dan ganas de tirar la toalla porque el esfuerzo es descomunal. Espero que podamos hacer lo mismo que estamos haciendo ahora, sin dedicar este esfuerzo desproporcionado. Nos sigue mereciendo la pena porque lo hacemos con pasión y con la misma ilusión que un niño.

Entrevista por: Ramón Gómez Ruiz

Fotografía: Lola Salinas

Lugar: Café del Arco, Murcia

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Sobre el autor

nacido en 1987 en Murcia, arquitecto por título y músico por convicción.

Una respuesta a Manuel Clavel: «Que le vaya bien a la gente que hace arquitectura comprometida es bueno para todos”

  1. Juan says:

    Enhorabuena por la entrevista, la verdad que por lo menos da mucha visión de lo que hay y sobretodo, en una conversación de conocidos, es muy importante ver cómo él da aliento a los jóvenes (o ya no tanto…) que un día decidimos apostar por esto por convicción.

    Animo y espero que haya muchas mas entrevistas verdaderas como esta.

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